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OPINIÓN - LUNES, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN / DICCIONARIO IDEOLÓGICO DEL ISLAM

Sufismo (8)

Por José Luis Navazo


Corriente espiritual, mística y ascética, de ascendencia panteísta como puede verse en Ibn Arabí: para este “andalusí”, paradigma del pensamiento sufí, Dios está en todas partes, el mundo sería una emanación de Él y la vida misma es la ascensión hacia Dios. El término sufismo parece derivar de la palabra árabe “sûf” (el que se viste con lana), remitiendo al hábito tradicional portado por sus seguidores como muestra de humildad siguiendo, posiblemente, el ejemplo de monjes y ascetas cristianos, aunque el significado exacto es discutible. La mayoría de los autores concuerdan en que el sufismo sería la versión esotérica del Islam, siguiendo la idea implícita en el Corán de “amistad” con Dios. El sufismo se remontaría a los tiempos mismos del Profeta, desarrollándose en la Persia del siglo VIII e Irak, alcanzando El Cairo en el siglo IX y extendiéndose, en la época de apogeo del Califato Abasí, por todo el imperio, alentando corrientes reformistas y constituyéndose en un formidable medio de propagación del Islam (d´awa); en Al Andalus, la España islámica, el código de Tortosa (1172 EC) ya menciona la existencia del movimiento sufí, organizado en “tariqas” (cofradías). Entre los nombres de los primeros tiempos destaca el de una mujer, Rabea al-Adawiya (m. 801 EC), junto a los de Hasan al-Basri (m. 801), al-Tustani (m. 896), Junaid (m. 910) o el de Jafar al-Sadiq (m. 785 EC), nombrado sexto Imám por los shiítas y muchos otros como el persa Abu Said Abdul-Cheir. Los seguidores del naciente sufismo fueron organizándose en “tariqas”, impulsadas por vigorosas personalidades o agrupándose en torno a santuarios sacralizados (siguiendo viejas costumbres preislámicas) cuyas tumbas se consideraban portadoras de “baraka” (suerte). Al igual que ocurre en las corrientes místicas de otras religiones el sufismo supera y trasciende las categorías al uso, encontrándose su práctica tanto en la sunna como en la shía, las dos grandes ramas del Islam, advirtiendo no obstante que el shiísmo suele ser más refractario al misticismo normalizado, pues sus imames y jerarquía religiosa ya actúan como “intercesores”, desarrollando además (al contrario que en la sunna) un pujante movimiento filosófico. Buscando la elaboración de una “Vía”, los primeros sufíes reivindicaron el ejemplo del Profeta y la necesidad de la ascesis para alcanzar, paulatinamente, la “Verdad espiritual” interior (“Haqîqa”), utilizando la gnosis (interpretación soterrada) de los textos sagrados siguiendo las enseñanzas de un maestro, para desembocar finalmente en la “anonadación del Yo en Dios”. Tres son los caminos (vías) de acceso o “tarîqat”: la del temor o purificación (majâfa), la del amor o sacrificio (mahabba) y la del conocimiento (ma´arifa); es usual la práctica del “Dhikr”, recitando versos sagrados o rezando muy bajo, común en la ortopráxis de muchas religiones pero cuyo origen, para los musulmanes, se remontaría al Corán y los hadices. El sufismo inició su andadura de forma heterodoxa, siendo rápidamente cuestionado por dos motivos: ideológicamente, porque intenta acceder al conocimiento y la “presencia” divina de forma directa, no a través exclusivamente de El Corán, la revelación directa de Alláh/Dios a la humanidad; y políticamente, por la crítica de los sufíes a la hipocresía, la injusticia social y el nepotismo del poder. Algacel (1058-1111 EC) intentó armonizar el racionalismo del “kalam” con el misticismo sufí (véase “Tariqas”).
 

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