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OPINIÓN - MARTES, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

La vida íntima de los políticos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Un día, de hace varios años, en Sevilla y durante un mitin, a José María Aznar lo piropearon diciéndole, más o menos, que tenía más cojones que el caballo del Espartero. Y al hombre no se le ocurrió otra cosa que celebrarlo reclamando un metro por si alguien quería tomarle la medida de su entrepierna. En plena euforia varonil, le faltó anunciar que estaba en condiciones de competir con el tan celebrado badajo de Makelele.

A partir de entonces, los ciudadanos se dieron cuenta de que Aznar se sentía muy satisfecho de su hombría y creyeron que también le agradaría ser tenido como estrella en tálamo propio y ajeno. Una opinión que se acrecentó viéndole en compañía de Flavio Briatore, director deportivo de Renault, amigo de grandes fiestas en yate y tenido por un Casanova.

Más tarde se dejó la melena, lució abalorios y principió a sentirse joven y apuesto con su renovado aspecto; estudiado para poder sentirse a gusto en su nueva vida como ex presidente bien amueblado por arriba y por abajo. Preparado físicamente y relajado por no residir ya en La Moncloa, comenzó Josemaría a calibrar de qué modo le miraban las féminas. Y comprobó, sin duda, que ejercía cierta atracción. Y las lenguas de doble filo le endilgaron un romance con una actriz española.

Pero el bulo no coló. Incluso Ana Botella se rió de la aireada infidelidad de su marido con un requiebro despectivo. Que bien pudo fastidiar en gran medida el ego de un Aznar que a buen seguro pensaría que, de haberse dado las circunstancias adecuadas, por qué no habría sido posible esa relación extramatrimonial. Máxime estando él cachas y portando muy cualificados atributos.

Ana Botella actuó, tan tradicionalista ella, de manera muy distinta a cómo lo hizo Carmen Romero cuando se me ocurrió preguntarle si se sentía engañada por Felipe González. Y, teniendo ambos como testigo a la siempre recordada María del Carmen Cerdeira, me respondió así: “Felipe es un torero y los toreros suelen poner cuernos”. Frase que reside en la hemeroteca.

Ahora, durante los últimos días, ha circulado el rumor de que la ministra francesa de Justicia, Rachida Dati, había sido embarazada por Aznar. Y se ha armado la tremolina. Y el ex presidente ha puesto el grito en el cielo. Aunque no descarto que en su fuero interno se haya sentido satisfecho al ser tenido, nuevamente, como hombre capaz de llevarse al huerto a mujeres atractivas y relevantes. Aunque espero que no se lo crea y tire por tierra la sentencia de su esposa: “Mi marido no se come un rosco fuera del hogar”.

La vida íntima de los políticos me importa muy poco – la de Aznar mucho menos-, siempre que no repercuta negativamente en su hacer diario como responsable público. Al grano: hay políticos que nos dan diariamente lecciones de moral, en todos los sentidos, y luego llevan una vida disipada. Una contradicción que se ve superada por algo más grave: cuando pagan sus vicios y caprichos de alcoba con prebendas y canonjías. Y que suelen llevar la marca de la ignominia, además.

A Aznar, sin embargo, debido a ese estilo de machote que ha venido exhibiendo en los últimos años, le han achacado romances con mujeres de bandera, sin tan siquiera habérselas comido con la vista. Lo que se habrá reído Flavio Briatore.
 

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