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OPINIÓN - MARTES, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Julio Robles
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

No se puede decir que el que fuera un gran torero abulense de nacimiento, pero salmantino de formación y de adopción, tuviera un final demasiado feliz, me refiero a Julio Robles, a quien en los primeros días del mes de agosto de 1990, en Francia un toro lo volteó, y a partir de ahí , durante unos pocos años sufrió todo tipo de actuaciones desagradables hasta su muerte.

Con la voltereta en Francia Julio Robles terminó de pisar los ruedos. Estuvo muchos meses en el hospital, posteriormente pasó a su casa, pero ya siempre en silla de ruedas, todos los de su alrededor, salvo poquísimas excepciones se seguían acercando a él, pero más que para ayudarle para ir sacando lo que podían. Estábamos ante el final de la gloria de un torero.

Es cierto que el mundo del toro estuvo con él hasta el último suspiro, ahí estuvieron esos homenajes, en Salamanca y en Madrid que lograron una buena recaudación.

Lo malo del caso es que esa recaudación no la pudo disfrutar el torero, porque alguien, en sus cercanías fue cogiendo lo que podía, y al final, lo que él había ganado en los ruedos, bastante, y lo que se sacó de esos homenajes se fue difuminando.

Para más INRI, su “legítima esposa”, no recuerdo si colombiana o venezolana, le dejó en Salamanca y ella emigró a su tierra. Era abandonado, bien cierto es sin embargo que una persona, que le quiso siempre y no por lo económico, como si fuera su madre, estuvo a su lado en todo momento.

Al final, no podía ser de otra forma, le llegó la muerte, y toda Salamanca le despidió como a una auténtica figura del toreo, que había sido. Era el adiós a un torero.

No se supo más, durante varios años. Era un grande de los toros que había terminado, con las consecuencias que trae una grave cogida. En vida le habían querido los que de verdad le querían, en vida le habían saqueado los que van detrás del traje de luces, y no detrás de la persona, pero ahora ya descansaba en su tumba.

Por desgracia, no sólo para un torero, sino para cualquier famoso que ha fallecido, o sin ser famoso, unos desalmados, unos sinvergüenzas, unos verdaderos truhanes, que no saben respetar el descanso eterno, de quienes dejaron ya de estar en este mundo, el pasado jueves, por la noche, unos individuos escribieron sobre su lápida, con letras rojas, unas frases lamentables, de entre las que sacamos :” Toreros asesinos”. Además de que robaron su busto.

¿Quiénes fueron estos desalmados?. No hay razones para acusar a nadie, pero si fueron algunos de esos que últimamente se declaran antitaurinos, eso lo podrían hacer, a la luz del día, en una plaza de toros, cuando los tendidos están llenos, no guardarse en la oscuridad de la noche, en la soledad de un cementerio y profanando el descanso de alguien que murió.

El fue torero, nunca se escondió para serlo, es más, siempre dio la cara a su manera y murió en su oficio. Ningún torero habló de asesino sobre el toro que le dejó ya paralítico, hasta que murió. Los cobardes de esas pintadas no merecen más que desprecio, por parte de todos, sean seguidores del mundo de los toros o no.

Aquí no se ha maltratado a un torero, aquí se ha profanado su sepultura. No se ha ido contra los toros, se ha ido contra el respeto de alguien que ya ha muerto y que descansa eternamente.

Como seguidor del mundo de los toros, como admirador que fui de Julio Robles, maldigo a esos cabrones que profanaron su tumba.
 

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