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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El almuerzo aplazado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Conocí a Juan Antonio García Ponferrada en enero de 1982. Fue en el Rincón del Muralla e iba acompañado por Fernando Jover. En aquel tiempo, ambos formaban una pareja muy bien avenida. Incluso no tenían que esmerarse para dar la impresión de que disfrutaban compartiendo muchas cosas.

Aunque conviene aclarar cuanto antes que ambos aportaban a la tertulia el estilo propio. Un estilo que fui conociendo a medida que pasaban los días y ellos iban sumando visitas a esa tertulia en la cual brillaba el magisterio de Eduardo Hernández (a propósito, fue el primero que me habló muy bien de Antonio Benítez; distinguido recientemente con la medalla de la Ciudad).

De García Ponferrada sabía que le gustaban los caballos. No en vano le había visto lucir su figura montando un ejemplar magnífico, en las fiestas agosteñas. Y, además, destacaba vistiendo el traje corto como mandan los cánones del asunto. Lo que no sabía es que todavía entonces fuera joseantoniano hasta las cachas. De lo que me enteré porque así se lo dijo él a Eduardo Hernández, debido a una pregunta que le había hecho éste.

Lo que no me acuerdo muy bien es lo que le respondió Jover cuando su amigo se declaró partidario de una ideología que tenía por buena para poderse acomodar a la situación de los años 80. Si bien en mis apuntes aparece el deseo político que anidaba en aquellos días en la mente de Fernando: “Estoy dispuesto a militar en un partido donde la socialdemocracia sea una realidad. De lo contrario, prefiero permanecer al margen de la política activa”.

Al cabo de cierto tiempo, aquella pareja que parecía gozar del poder de lo indisoluble acabó en un divorcio político que a punto estuvo de separarlos también para siempre en lo personal. Y pasaron por el conocido trance de si te veo y no me saludas tampoco te saludo yo a ti. Así que nunca más supe de cómo estaban las relaciones entre dos personas que a mí me caen la mar de bien.

Hasta que un día, de septiembre del año pasado, le dije yo a Fernando en la miscelánea dominical, que no aceptaría ninguna invitación suya si no me prometía la presencia de mi estimado Juan Antonio. Y me llevé una grata sorpresa: la pareja estaba más que reconciliada y quedamos en que había que celebrar tan buena nueva. Pero esa celebración se iba demorando por inconvenientes diversos. Aunque ninguna de las partes la teníamos olvidada.

De hecho, ayer recibí la llamada de Jover para preguntarme si me era posible estar hoy en el restaurante El Varadero para cumplir con lo que nos prometimos en su día. Y le respondí que sí. Faltaría más. Si bien no le dije que aprovecharía nuestra reunión para brindar también por algo que sé que le tiene comida la sesera actualmente: el saber que va a ser nombrado legionario de honor el 20 de septiembre. Y es que a sus 65 años -¿se quitará algunos este sempiterno y coqueto galán?-, uno sabe de buena tinta que estas distinciones le proporcionan la fuerza que a veces necesita para continuar dando muestras de saber estar.

En fin, que ya les contaré a ustedes, todo no va a ser insistir sobre la tan manida política local, cuanto dio de sí el almuerzo en sitio donde su propietario, Manolo Guillén, será testigo participativo de ese brindis doble entre García Ponferrada, Jover y el que escribe. Y todos tan contentos.
 

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