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OPINIÓN - VIERNES, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Basilio Fernández
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Basilio Fernández camina con paso firme y deprisa. Muy deprisa. Y ello me induce a pensar que la rapidez que imprime a su andar se debe a que tiene mucho trabajo y no puede perder un ápice de tiempo, o bien que siempre hay alguien esperándole y teme llegar tarde a la cita.

Algunas veces, mas bien muchas, he visto a Basilio venir hacia mí tan ligero de pies y braceando tan fuerte, que no he querido requerirle una parada breve para preguntarle lo que se le suele preguntar a los políticos o a quienes ocupan cargos públicos. De lo contrario, uno tendría que buscarse la vida aceptando trabajos más ingratos.

En tales ocasiones, es decir, cuando lo veía circular a velocidad de AVE mientras la mía era de tren carreta, lo primero que se me ocurría era agitar la mano con gran celeridad para que al menos quedara constancia de que le había visto. Pero ni siquiera ese gesto le hacía aminorar su marcha rauda hacia cualquier parte.

Pero el miércoles pasado, en cuanto me percaté de que Basilio se disponía a cruzar un paso de cebra céntrico, dije para mis adentros: esta es la mía... De modo que me puse frente a él en la acera contraria, con el brazo en alto, remedando el estilo impecable de aquel guardia urbano, llamado Manolo Morán.

Y logré, créanme que logré, que el ex alcalde y ex presidente de Ceuta se parara en seco. Porque hasta ese momento, de verdad de la buena, nunca había conseguido ese objetivo. Y tuve la enorme satisfacción de comprobar que Fernández sigue dando la mano como mandan las reglas del juego: con fuerza. Y no de manera que la acción quede tan babosa como fría.

El apretón de manos de BF me recordó inmediatamente a los que daba Serafín Becerra. Aunque los de éste jamás han sido superados por nadie. Y es que un apretón de manos de Serafín equivalía a soltar dos lágrimas mientras que uno le transmitía con la mirada que estaba de acuerdo con todo lo que él dijera... Con el único fin de salir ileso del trance (a propósito: un fuerte abrazo, amigo).

Lo primero que hice fue felicitar a Basilio por seguir al frente del Consejo Económico y Social. Reconociéndole, eso sí, que lo hacía con el consiguiente retraso. Y es que uno no va por la vida con el ritmo que él impone. Tampoco se me olvidó regalarle los oídos por algo tan sencillo como estimado por mí: que su mujer jamás me perdió la cara por más que yo escribiera estar en desacuerdo con decisiones tomadas por su marido como político. Y si bien ello ya lo escribí meses atrás, me apetece airearlo nuevamente.

Ni que decir tiene que estas palabras fueron las mejores recibidas por parte del hombre a quien le tocó vivir unos tiempos muy difíciles como alcalde y presidente. Ya que las dos cosas fue. Y es que las mujeres de los políticos, sobre todo en las ciudades pequeñas, han de saber comportarse. Pues cómo actúen ellas, en momentos adecuados, saldrá más o menos reforzada la personalidad de sus maridos.

En fin, aleluya: que el miércoles pasado conseguí que BF, reelegido en julio presidente del CES, sin los votos de Comisiones Obreras y de la Delegación del Gobierno, se parara en seco ante mí. Tarea complicada. Porque este hombre lleva ya muchos años yendo de aquí para allá, o sea, barzoneando, a velocidad de vértigo.
 

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