PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - DOMINGO, 14 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Conviene recordarlo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

En una reunión entre conocidos la conversación transcurre de manera tan plácida como amena. Se habla de variados asuntos, se opina de otros tantos, y se termina recordando a personajes que estuvieron un tiempo en la cresta de la ola y nos encandilaron por ser singulares en su profesión.

De pronto, uno de los contertulios dice que ha visto a Paz en no sé que sitio. E, inmediatamente, los comentarios sobre José Paz, ‘El Chuli’, se suceden. No en vano ha sido unos de los grandes futbolistas nacidos en esta tierra. Y con quien llevo mucho tiempo sin cruzarme por los alrededores del Mercado Central de Abastos.

Uno de los componentes de la mesa, no sé si fue Juan Antonio García Ponferrada, me anima a que cuente la anécdota que me tocó vivir con El Chuli cuando éste era la figura de un Córdoba que vivía tiempos esplendorosos. Y ante la insistencia de los demás participantes de la reunión, comienzo a mi relato.

Corría la temporada 59-60. Era jueves, y yo tenía que pasar una prueba en el campo del Arcángel, requerido por el equipo cordobés y sobre todo por su hombre fuerte en la directiva: Rafael Campanero Guzmán. Las pruebas con Roque Olsen, que era el entrenador, parecían torturas; es decir, verdaderas ordalías.

El mero hecho de mirarle y comprobar la solemnidad con que revestía el cargo y la dureza de sus facciones, me hizo pasar por un trance de acojonamiento. El cual fue a más en cuanto descendió su mirar acerado sobre mí para indicarme que mi prueba consistía en marcar a Paz. En realidad, todo era una pose hierática de Olsen, con quien años más tarde mantuve unas relaciones extraordinarias, y me demostró que todo era superficial.

A lo que iba: principió el partido de los jueves entre el equipo titular y el filial, bajo la mirada atenta del entrenador argentino y conmigo en estado de acoquinamiento. Pasados unos minutos, con mis nervios desatados, me llegaron el sosiego y el segundo aliento por medio de Paz. Quien, en un despiste de Olsen, que no me perdía de vista, me dijo: “Chaval, ya verás como todo te sale a pedir de boca”. Y se las apañó para que poco a poco mis anticipaciones fueran excelentes y terminara pudiendo con él. Sin preocuparle las advertencias de un Olsen que le conminaba a moverse más y mejor para que pudiera zafarse de mi marcaje. Gracias a él, es decir a José Paz, ‘El Chuli’, pasé la prueba y el ceutí se convirtió en mi ídolo. Era la figura indiscutible de un equipo cuya obsesión consistía en lograr el ascenso a Primera División. Ascenso que se hizo realidad a la temporada siguiente.

-¿Cómo era la vida de Paz en Córdoba?, preguntan los contertulios.

Paz era una figura indiscutible. Un personaje a quien la gente idolatraba. Su presencia en la plaza de las Tendillas, sentado a una mesa en la terraza del Negresco o del Gran Bar, atraía a limpiabotas, pedigüeños, pícaros, vendedores de lotería, descuideros y toda una corte de los milagros que lo consideraba algo propio. Lo querían muchísimo, y al futbolista caballa se le veía la muela del juicio con las ocurrencias que se generaban entre aquella tenida por patulea. Todavía conservo yo una fotografía color sepia, donde aún se distingue a Paz subido en el caballo del Gran Capitán, celebrando un ascenso del Córdoba. Eran otros tiempos.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto