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OPINIÓN - DOMINGO, 14 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN

Reinventar servicios

Por Ramón Ros


Cuando los servicios públicos se encuentran muy deteriorados, no se puede ya mejorar la calidad de los mismos, siendo preciso reinventarlos, crearlos prácticamente de nuevo.

Este concepto, sobre el que ya nos hemos referido en alguna ocasión, cuando es de aplicación en algún lugar, da buena prueba de la dejadez en relación con determinados servicios esenciales y Ceuta, ha sido durante años un auténtico banco de pruebas para políticos sin escrúpulos que se manifestaron incapaces de gobernar y que dejaron determinados servicio a la altura de Haití.

Hablemos, aunque sea brevemente, del agua, del agua corriente, la que llega a nuestras casas y que es, tal vez, el más esencial de todos los servicios que nos debe prestar la institución local y, además, hagamos un poco de memoria sin que para ello debamos remontarnos a la época de la II República, sino a hace una década, simplemente una década.

La una del mediodía era la hora fatídica, porque en muchas viviendas de Ceuta se acababa el suministro de agua y con ello se acababa un mínimo de nivel de vida y nos trasladábamos a aquella España de la posguerra, en la que todo estaba por hacer. Pero Ceuta tenía Ayuntamiento y tenía Gobierno, tan incapaz como ramplón en la defensa de sus propias funciones, tan rapaz como pueblerino, integrado sucesivamente por una legión de políticos aviesos y medradores, con la que tuvo que acabar el fenómeno del GIL, que sirvió para poco, pero que, cuando menos, limpió de parlanchines el panorama político ceutí.

Aquellos políticos de misa y pelotazo, de procesión y rapiña, habían encontrado en la escasez de agua la mejor manera de hacer negocio: venga barcos y más barcos que transportaran agua de la península hacia Ceuta, como en un estado de sitio, como si la Ciudad estuviese en permanente cuarentena o estuviese saliendo de una catástrofe. Pero ellos, lucrándose con la miseria, hubieran deseado la continuidad de esa situación hasta la eternidad.

Por eso el GIL los fulminó a todos, aunque luego resultó tan o peor que ellos en la defensa de los intereses de los ceutíes.

La renovación del Partido Popular de Ceuta, coincidente en el tiempo con la aparición del GIL, propició la llegada de una nueva generación de políticos, dirigidos por un nuevo Presidente: Juan Vivas, alejados de intereses comerciales o empresariales y a los que les repugnaba una manera de hacer política de rancio estilo y escasos resultados y lo primero que Vivas planteó fue la necesidad, no ya de mejorar determinados servicios, sino de reinventarlos, como el caso del abastecimiento de agua, abandonado de modo secular por los predecesores.

Y ¿cómo es posible que en un plazo muy corto, un gobierno recién llegado pudiese solucionar un problema crónico y con el que parecía que todos se estrellaban?. ¿Por qué nadie lo había hecho antes?. ¿Por qué los anteriores sometieron a la tiranía del desabastecimiento de agua durante décadas a una población como Ceuta?.

Ahora, después de unos pocos años, parece inimaginable que abramos nuestros grifos a cualquier hora y que no haya agua, pero hasta hace muy poco ese gesto lo sufría una gran parte de la población y este avance colosal en la calidad de vida de todos los ceutíes tiene un protagonista: El Presidente Vivas, que tuvo la responsabilidad de reinventar un servicio tan básico como este.

En estos momentos y tras las actuaciones realizadas en materia de política de agua, la Ciudad tiene garantizado un suministro permanente de agua potable en los hogares ceutíes, complementándose estas actuaciones con otras muchas en materia de saneamiento de aguas, de recogida de aguas pluviales, culminándose todo con la construcción de la Estación Depuradora de Aguas Residuales, con cuya terminación y puesta en marcha, Ceuta se habrá igualado en la gestión del ciclo integral del agua, a cualquier otra ciudad española o europea.

Si tenemos en cuenta el punto de partida, se han dado en pocos años pasos de gigante en la convergencia con el resto de compatriotas en la prestación de este servicio tan esencial para el desarrollo de los seres humanos y que hoy en día, se considera parámetro fundamental a la hora de medir índices de calidad de vida.

Tal vez alguien pueda pensar que con este ejercicio de memoria nada se consigue, porque es cierto que agua pasada no mueve molinos, pero también es cierto que sería lógico pensar que a quien lideró un cambio de este calibre, se le pueden seguir ocurriendo iniciativas que sigan modernizando la Ciudad y por ello puede y debe seguir gozando de nuestra confianza, porque el agua más pasada todavía, que parece querer teñir con su hedor todo últimamente, venía en barcos, algunos escorados, era de mala calidad y carísima. Y sólo hasta el mediodía. Que nadie lo olvide.
 

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