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OPINIÓN - DOMINGO, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Mohamed Alí
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llevo mucho tiempo sin decir ni pío de Mohamed Alí, el hombre que rige los destinos de la UDCE, y desde luego muchísimo más sin sentarme con él a charlar lo justo para preguntarle sobre lo peor y lo mejor de ese trecho recorrido en su carrera política desde que en 2003, de manera inusitada, se convirtió en el jefe de la oposición en el Ayuntamiento.

Nacido en el seno de una familia humilde afincada en Hadú, el joven abogado llegó a la política arrollando. Y se llevó por delante al PDSC, dejando a Mustafa Mizzian sumido en la desesperación y sin ningún futuro político. También el PSOE salió maltrecho y Antonia María Palomo se dio cuenta de que se había quedado sin apenas espacio para poder lograr esos tres o cuatro diputados con los que ella soñaba.

Mohamed Alí, que venía maquinando desde que estudiaba en Granada su carrera, convertirse en político para mejorar esta clase en todos los aspectos y a su vez solucionar los problemas de los ciudadanos más desfavorecidos, se encontró de la noche a la mañana con que sus deseos electorales no sólo se habían cumplido sino que los había superado con creces.

Y anduvo un tiempo transitando por las nubes mientras hacía verdaderos esfuerzos por dejar de levitar. Porque, no sé si lo hemos dicho en otra ocasión, Alí vale para ejercer la política y sobre todo para dar muestras de ello en esta tierra. No obstante, durante los primeros años han sido muchos los vaivenes que ha venido dando y, lógicamente, sus titubeos fueron minando en gran medida las expectativas que había despertado.

El levitar de Alí no lo atribuyo yo a que se le hubiera subido a la cabeza un éxito tan resonante. No. Pues pienso que es persona que cuando mira a su alrededor se percata rápidamente de quién es y cuál es su procedencia. Y lo primero que hace es dar gracias a los suyos por haberle permitido doctorarse, contribuyendo al hecho con unos sacrificios enormes.

Más bien creo que perdió el oremus por querer vestir el cargo con unos deseos evidentes de hacer muchas cosas en el menor tiempo posible. Y hubo momentos, días, meses y años, en los que salía al paso de todo y con todos quería aliarse. Le pudieron las prisas del recién llegado y el desconocimiento de que en política, lo verdaderamente importante cabe en la punta de una servilleta (creo que se lo oí decir a Iñaki Anasagasti).

Atrás quedaron sus broncas con José Luis Morales; sus encuentros y desencuentros con Pedro Gordillo; su amartelamiento con el indecible Juan Luis Aróstegui; sus arrumacos con Jenaro García-Arreciado; y por fin, su gesto de darle vida a Izquierda Unida, sin ninguna necesidad, por más que a mí me caiga la mar de bien Mohamed Hadu, Musa.

Pero el tiempo más que correr ha volado, y el jefe de la oposición, más jefe aún porque consiguió superar los votos en las elecciones de 2007, se habrá dado cuenta de que para ayudar a los más necesitados, frente a una mayoría absoluta, es necesario ser menos espectacular y dejar de esgrimir continuamente esa moral a la que son tan proclives los políticos cuando están en la oposición. Así, sólo le cabe hacer política de pasillos y despachos para obtener réditos y poder complacer a quienes le han votado. Mohamed Alí, siendo como es inteligente, lo entenderá a la perfección.
 

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