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OPINIÓN - DOMINGO, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

El valor de la amistad
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

En estos días D. Juan Carlos y Dª Sofía han inaugurado, en presencia de la Ministra de Educación, el curso escolar no universitario, en un colegio público de Mahón.

S.M. reclamó a toda la sociedad, en general, un permanente esfuerzo en la actualización y en la mejora de la educación, el apoyo a los profesores y familias y el compromiso de éstas en sumarse a los apoyos a profesores y familias y el compromiso de éstas en sumarse a los esfuerzos por lograr “una formación amplia y rica, impregnada en valores como el respeto, la tolerancia, la lealtad, la solidaridad y la amistad”.

Recordó, también, S.M. a los alumnos que sin su particular y personal aportación de “voluntad, atención y disciplina, no les serán posible formarse como personas libres y responsables; y a las autoridades, que la educación requiere de la mayor atención y constancia por parte de los poderes públicos”.

Oportunidad que S.M. no ha dejado pasar, después del preocupante informe de la OCDE, “Panorama de la Educación, 2008”, en el que el nivel de formación alcanzado en España, la sitúa en el antepenúltimo lugar.

S.M., al enumerar los valores básicos, presta atención a la amistad, lo que me trae a la memoria una reciente historia protagonizada por un alumno de ocho años, en el momento de incorporarse al colegio. Para él, lo más importante es la amistad, como resumen o síntesis de los demás valores.

En primer lugar voy a recordar como se iniciaba, se desarrollaba y conservaba la amistad en aquellos alumnos de la llamada “escuela de antaño”.

En la citada escuela, los alumnos y alumnas se sentaban en los pupitres bipersonales, de dos plazas, y como las escuelas se diferenciaban por sexos, era prácticamente imposible que una niña y un niño iniciaran una relación de amistad, al menos con ese “escenario”. No se veían ni en el recreo, ya que lo impedían los muros de separación. Existían también las mesas multipersonales, que no permitían salir y entrar de ellas sin tener que incomodar al resto de los compañeros. Un banco servía de asiento, sin tener respaldo.

En mi escolarización, en un solo colegio unitario de niños, me “beneficié”, cuando ya había superado los primeros cursos, de la mesa de dos plazas, ya que antes nos situaban en los bancos multipersonales, donde se orignaban las consiguientes molestias para salir de ellas. Los únicos que no molestaban eran lo que se colocaban en las esquinas.

Pero, en una u otra colocación, lo cierto era que siempre se procuraba que el compañero o compañeros fuesen los mismos. Ahí queda como recuerdo aquellas fotografías con el compañero, siempre con el mapa de España como fondo.

Se hacían auténticos amigos, que después de abandonar el colegio, continuaban siéndolos. Lo que se suele decir, “amigos de toda la vida”. Nos beneficiábamos al pertenecer a una escuela unitaria, ya que toda la escolarización la realizábamos en la misma. Pero, se había conseguido disponer de grandes amigos, porque siempre ha sido y será, la amistad, un valor en alza.

No podrá decir lo mismo, Paquito, protagonista de esta historia, que, con sólo ocho años, ha pasado ya por tres centros educativos distintos: Guardería, Centro de Enseñanza Bilingüe, y por ahora, para iniciar su tercer curso, un centro de Primaria. Y es que él tiene como un gran valor, la amistad, y de esta forma se ha desconectado de aquellos que compartieron aula en la Guardería y con los que han estado con él en el Colegio Bilingüe. Pero todavía le queda lo peor: que con toda probabilidad, al finalizar su Primaria, perdería a los de su colegio actual.

Así me lo contaba, y ve, que le va a ocurrir lo mismo que a su hermano Juanito que, de momento, consolidará amigos en su paso por la Secundaria Obligatoria, porque los de su Primaria se matricularon, por ley, en otro centro distinto, al elegido por sus padres.

Ya, Paquito, se ha incorporado a su nuevo centro. No ha sido un día muy feliz para él. Se ha sentido extraño, desplazado. Nuevos compañeros y compañeras y nuevos maestros. El tutor es una maestra. De entrada, no le ha caído bien, pero espera adaptarse a ella. Tiene otros maestros, los llamados especialistas, que irá conociéndolos en estos días. En el recreo, sí que lo ha pasado mal. Se ha visto sólo. Ningún compañero de ha acercado a él. De mala manera ha consumido su bocadillo. Por otra parte, el día no ha sido bueno desde el punto de vista climatológico. El Sol se había escondido y estaba todo muy nublado. Un día que se prestaba a estar triste.

La maestra ha decidido, en su primer día, que hagan copias. A Paquito le ha sorprendido escribir sobre dos rayas, ya que en el bilingüe siempre lo hacía sobre una. Poco a poco, se irán integrándose. La tutora les hará, en estos días, unas pruebas para conocer el grado de conocimiento que tiene su grupo. Paquito tiene las llamadas instrumentales superadas. El idioma inglés, muy adelantado, ya que se le tiene que notar los cursos que ha pasado en el colegio bilingüe. En el deporte, no destacará como su hermano, en el fútbol, porque él prefiere el tenis, deporte que probablemente, no practicará en el colegio.

En su primer día, ya iba con todo el material necesario y con su uniforme heredado de su hermano, porque este Colegio público estableció como obligatorio el uniforme. Como el colegio tiene comedor, se quedará, con lo cual tendrá nuevas oportunidades de conseguir amigos, ya que para él es fundamental la amistad, ese afecto personal, puro y desinteresado, con el signo de la reciprocidad.

Recordemos que en la edad escolar, lo esencial en la vida para el pequeño colegial es indudablemente las relaciones que les unen con los demás. De ellas saca el niño la confianza en sí mismo.
 

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