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OPINIÓN - LUNES, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

La bandeja del malestar
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

La intranquilidad se ha enraizado en todas las etapas de la vida. Una gran masa de jóvenes mira con intranquilidad su propio porvenir, en el que no se ven ni se hallan. Esta situación crea en ellos el temor de no fiarse de nada ni de nadie, sumado a otro laberinto de problemas de nuestro tiempo, tales como: el peligro terrorista, el desempleo, el alto porcentaje de separaciones y divorcios, la pobreza que ya empieza a cohabitar en las familias. No pocos jóvenes, al no saber dar un sentido a su vida, con tal de huir de la soledad en la que malviven, suelen refugiarse en las drogas y el alcohol. De igual modo, una gran masa de adultos en edad de merecer tranquilidad, tampoco la encuentran porque hay una acumulación de intranquilidades que nos bombardean todos los sentidos. La mayor de las intranquilidades es que hasta los mismos derechos humanos, han dejado de tener valor y vigencia en el humanístico mundo global, de todos los seres humanos, y en el universal, que incluye a todo ser humano en la humanidad, como meta de referencia y valor fundamental. La consecuencia es tan grave, que la misma vejez ya tampoco conduce a esa tranquilidad que asegura la paz consigo mismo.

La única tranquilidad que se percibe es la del Gobierno de Zapatero, que se lo ha tomado con calma desde que ganó las elecciones en marzo. Queda tiempo, las próximas serán en 2012. Para más INRI el parlamento dista mucho de ser el centro de la vida política, es decir, la columna vertebral del diálogo. La verdad que cuesta comprender el aletargamiento de un gobierno frente al aluvión de intranquilidades que a diario nos sirven en bandeja o nos autoservimos. El desbordante río de injusticias y de desigualdades, nos exige acciones, y más a quien dirige la política y la administración pública. Una situación de intranquilidad como la que soportamos actualmente demanda tomar medidas, más pronto que tarde. Tenemos una crisis radical de todos los valores. Lo peor es que se viene instaurando una situación dramática de inquietud social, de inseguridad, de violencia como nunca ha habido, a la que nos estamos acostumbrando y acomodando. No, señores, hay que plantarle cuando menos cabeza, corazón y coraje, para poder salir del molesto laberinto de congojas antes que la locura nos alcance a todos.
 

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