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sociedad - VIERNES, 3 DE OCTUBRE DE 2008


familia de una chabola. a. samiñán.

las chabolas de miramar
 

Al amparo de las olas del mar

Los vecinos de la barriada Miramar-Chorrillo manifiestan su preocupación ante la precaria situación de habitabilidad a la que están sometidos y más, tras las intensas lluvias registradas estos últimos días
 

CEUTA
Cristina Marzán

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Parece un pequeño poblado marinero sin comunicaciones, establecimientos o locales a la orilla del mar. Las maravillosas vistas les conceden instantes de paz que a los segundos desaparecen ante la frustración de saber que a la mañana siguiente la lluvia, las olas, los roedores o los insectos van a impedir que sus pequeños estén seguros.

Los vecinos de la barriada Miramar-Chorrillo están preocupados, estresados, desolados, ante una situación que de ellos no depende y en la que la impotencia les juega malas pasadas y más, tras las intensas precipitaciones que han acabado con la poca resistencia de sus viviendas, o mejor dicho, chabolas prefabricadas por ellos mismos. “Aquí nadie tiene propiedad, nosotros hemos construido estas casitas y llevamos viviendo en ellas generaciones completas. El lunes por la noche nos trasladaron al polideportivo Campoamor porque nos entró agua por todos lados, se nos cayeron los techos. Juan Vivas ha dicho que va a tirar esto nada más terminar los pisos del Príncipe y la consejera de Asuntos Sociales nos ha prometido una casa, como muy tarde, en marzo. Mientras tanto nos buscarán un piso de alquiler y nos pagarán la mitad”, explicó Turía Ashad.

En la barriada Miramar-Chorrillo, en cuanto sale el sol, hay actividad. Los pequeños, a la escuela. Las madres, a sus trabajos del Plan de Empleo. Los maridos, a las obras. Pero la motivación, llegada esta fecha, cada vez es menor y las ganas de luchar por un futuro mejor tiene altibajos constantes que incluso a los niños afecta. “Hoy me he podido levantar pero ayer no pude ni cocinar porque me faltaban las fuerzas. El trabajo, la limpieza, el agua que queda dentro de la casa. Pero tengo que sacar a mis hijos hacia delante porque ellos sufren mucho. No quiero acordarme la depresión que cogieron cuando el año pasado nos trasladaron a una pensión repleta de borrachos y drogadictos, y no paraban de llorar asustados”, confesó Ashad.

Bajando las cuestas que rozan el mar hay más chabolas, más pequeños correteando por las estrechas calles, más pobreza y desolación, y más enfermedad. “Tengo a mi niño de un año con bronquitis y ni siquiera lo he podido llevar al hospital porque no tengo tiempo ya que tengo todo el mobiliario mojado, la ropa, e incluso hay zonas que hemos tenido que tapar con ladrillos por las serpientes y las cucharachas que entran. Las mareas rozan las ventanas y cuando llega la lluvia la verdad es que preferimos irnos al Campoamor que quedarnos en esta casa. Estamos peor que los perros, hasta los gatos tienen miedo de los ratones. Y lo peor, es que llevamos años así y nadie nos hace caso”, declaró Yamila Mohamed.

Promesas que día tras día, mes a mes e incluso años, no se cumplen, y se las llevan los vientos que dejan a estos vecinos al amparo de las olas del mar. “Nos nos dicen nada y llevamos aquí desde 1980 esperando que nos entreguen la llave de alguna vivienda. Ha habido mucho favoritismo cuando se han entregado las diferentes promociones de EMVICESA. Por aquí vienen de Asuntos Sociales, arquitectos, periodistas. Todos toman notas, hacen fotografías, nos entregan cartas de desalojo por ruina. Pero se han cachondeado de nosotros como han querido. Y Vivas diciéndonos que todo va a ir bien. Tiran a la gente como si fuera basura y encima ni se han molestado en pasar por aquí las autoridades”, reclamó Ahmed Layasi Abdeselam.

Pequeños habitáculos en los que conviven un mínimo de seis personas, donde las cocinas, los cuartos de baño y los dormitorios no se dividen por puertas. Donde los cucarachas y los roedores son los vecinos que salvaguardan las chabolas las 24 horas del día. Donde la enfermedad y el sufrimiento traspasa las fronteras del infinito. Donde el mar, la tempestad, y las condiciones atmosféricas mantienen el orden a su antojo. Y la situación, no cambia para los vecinos de la barriada Miramar-Chorrillo. “Todos trabajamos y tenemos dinero para pagar las viviendas de EMVICESA, pero no un alquiler, sino una casa, con su llave, sus dormitorios. Porque todos tenemos derecho a una vivienda digna y no es justo que los que tienen coches muy caros, tengan pisos de lujo, habiendo tanta gente que sufre por no tener un techo en el que cobijarse”, manifestaron los afectados de Miramar.
 

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