PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - VIERNES, 3 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El fantasma municipal
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Los niños de la posguerra sabíamos de la existencia de los fantasmas porque nuestros mayores hablaban de ellos con recelo y en muchos casos con miedos capaces de acabar con estreñimientos de mucho cuidado.

La descripción de los fantasmas era casi siempre la misma: se presentaban con vestiduras largas hasta los talones, ropaje talar hecho con una sabana, acompañado con algunos detalles vistosos para poder impresionar más y mejor a la gente. Y no les faltaba ni la capucha ni el antifaz adecuados.

Los aparecidos eran también muy dados a hacer ruidos con cadenas que manejaban con precisión. Y solían portar una linterna con un haz de luz potente para poder cegar a quien se atreviera a transitar una calle a ciertas horas de la noche.

Aquellos espantajos cumplían distintas misiones: a) dejar una calle desierta para poder cargar o descargar toda clase de contrabando; b) asustar a los vecinos de las viviendas para que desalojasen unas casas cuyas rentas bajas sacaban de quicio a sus propietarios; c) facilitar la entrada de cualquier amante en casa donde residía la amada o el amado.

Todos estos recuerdos se me vienen a la memoria cuando, medio en broma, medio en serio, permanezco atento a lo que me cuentan acerca de que hay un fantasma en la tercera planta del edificio municipal. Con historia incluida: una noche el fantasma se dio mañas para asustar a un policía que estaba de guardia y éste, tras reconocer que se había jiñado, se presentó ante Ángel Gómez para comunicarle que él no estaba dispuesto a continuar prestando semejante servicio.

Dado que en ese momento no tenía la posibilidad de hablar con el superintendente de la Policía Local, a fin de preguntarle si era verdad la historia del policía que había estado a punto de sufrir las terribles consecuencias del pánico que le había causado los ardides empleados por ese espíritu que anida en la ya reseñada tercera planta de la Casa grande, allá que me fui a visitarla y a charlar con algunas de las personas que trabajan en ella. De cuyos nombres haré omisión por causas obvias.

Antes de nada diré que en esa planta está la consejería de Medio Ambiente, la de Fomento, una oficina de arquitectura... y, cómo no, el despacho del vicepresidente del Gobierno, Pedro Gordillo.

El primer funcionario al cual me dirigí, me respondió así: “Cuando yo me he quedado a trabajar en horas nocturnas, he sentido que aquí hacía un frío especial y he oído ruidos extraños y muy desagradables...”.

El segundo me respondió que siempre ha evitado trabajar en esa planta a ciertas horas. Y mucho menos sin compañía. Porque está convencido de que en ella han venido, desde hace muchos años, ocurriendo cosas muy raras.

Y el tercero, con aire solemne, me dijo que estaba al tanto de cuanto ocurría, pero que a él no se le había aparecido jamás ningún espíritu; pero si me dio un dato, a cambio de que yo me guardara muy bien de revelar su nombre: “Desde que Gordillo decidió hacerse su despacho en esta planta, el fantasma o lo que sea, parece que ha decidido descansar, según me ha dicho...”.

A lo mejor tenemos un caso de exorcismo. He aquí una tarea para periodistas intrépidos y con ganas de abrirse camino.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto