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OPINIÓN - LUNES, 6 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

El imparable desempleo
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

El desempleo sigue imparable. Lo peor del dato es que no se atisba medida seria alguna que pueda detener al causante del virus o cuando menos entretenerlo para tomar fuerzas y ganarle la batalla, aunque sea con un golpe bajo. Cada día son más los españoles a los que se les niega la salud que da el deber de trabajar y el derecho al trabajo. Todo presupuesto es poco para sanear el ambiente de insuficiencias. El Presidente podrá reiterar por activa y pasiva, y hasta repintar lo dicho, que el sistema financiero español está aguantando la crisis porque se han hecho las cosas bien, pero las familias de esas riadas de parados están al borde del ahogo. Ya sabemos que constitucionalmente tienen derecho a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades vitales, pero en la práctica nada es lo que parece.

Sigue imparable el desempleo. Vuelvo a repetirlo como lo repiten cien mil veces los que se quedan sin trabajo. Nadie quiere entrar en la rueda del paro y, sin embargo, nadie está a salvo. A pesar de que el Presidente del actual gobierno en el poder, dijera o dijese en su programa electoral, alcanzar el pleno empleo y mejorar la calidad del trabajo. Pura propaganda. Mentira cochina. Algo que es tan fundamental como un trabajo decente, estable y continuo, para todas las edades, con un salario suficiente, seguro y en igualdad, resulta que ahora se queda en una ficción y, de seguir así, en un privilegio para algunos.

La factoría de parados es lo único que funciona a pleno rendimiento. Los sindicatos se han quedado aletargados, no vayamos a que la subvención no llegue. Los políticos andan a su gresca, en vez de auxiliar a la clase obrera que empieza a estar explotada como nunca. El gobierno, cansado y sin soluciones, no sabe cómo tapar tanto desespero que llama a la Moncloa. Por si fuera poco el malestar, resulta que la justicia no tiene más manos para poner orden legal en todos los órdenes jurisdiccionales.

La evidencia no se puede negar. El desempleo arrecia fuerte y, lo peor de todo, que tardará en escampar si aquellos que han de ponerse manos a la obra para atajar el temporal en su propio país, andan perdidos en historias que son agua pasada, distraídos en menudencias, o abstraídos en quijotadas de alianzas que no pasan de ser pura literatura. A este gobierno no parece importarle que el futuro depende, en gran parte, de la familia, lo que lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad.
 

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