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OPINIÓN - VIERNES, 10 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Uno de los consejos que me dio la sabia de mí abuela decía: “el que tiene un amigo, tiene un tesoro”. Fiel, como siempre, a los consejos de mí abuela, trato de conservar todas mis amistades, las de verdad, como auténticos tesoros que me ha regalado la vida.

En la mayoría de las ocasiones los amigos, los de verdad, son mucho mejores que algunos familiares, incluidos los más cercanos. En mí caso particular se dan todas esas circunstancias. Por eso, sencillamente por eso, es por lo que guardo como oro en paño la amistad.

Hay que saber distinguir la amistad verdadera, de los conocidos. Amigos hay pocos y buenos, conocidos hay muchísimos más, sobre todo de barra y de copas y aunque se le tenga cierto afecto, nunca llegarán a ocupar el puesto de lo que es la auténtica amistad.

Hay amigos a los que usted ve cada día y comparte con ellos sus penas y sus alegrías. Sin embargo hay otros a los que usted ve de año en año e incluso cuando han pasado varios años y eso no es óbice para que el sentimiento de la amistad, porque la amistad es un sentimiento, hay decaído lo más mínimo. El sentimientote la amistad, a pesar de la distancia y del tiempo, permanece inalterable.

En Fuengirola, ciudad a la que le profeso un enorme cariño, tengo muchos conocidos a los que les tengo afecto pero también tengo amigos a los que les tengo un gran cariño. Amigos desde hace muchos años con los que hemos compartidos todas nuestras ilusiones, y a pesar de la distancia y del tiempo que tardamos en vernos, los lazos de nuestra amistad, cada vez, se hacen mayores.

Es el caso que me sucede con mis amigos Juan e Isabelita que, a pesar de vernos unas horas cada año, cuando nos reunimos echamos al vista atrás y haciendo memoria vieja, nos trasladamos a los tiempos donde se forjó nuestra verdadera amistad.

No nos hace falta vernos cada día. Nos tiramos tiempo sin vernos, pero tanto ellos como nosotros, sabemos que si en algún momento somos necesarios estaremos al pie del cañón, presto a facilitarnos lo que a algunos de nosotros les haga falta. Esa es la verdadera amistad. La que no arrastra interés alguno. A la que sólo le mueven los sentimientos de cariño y respeto.

Isabelita, me hizo en muchas ocasiones de “secretaria”, recogiéndome los recados de RNE, cuando no estaba en casa y con Juan me llevé una de las más grandes alegrías de mí vida cuando salió de la Academia hecho todo un señor oficial. Por cierto, tengo una foto, con sable y gorra en cumplimiento de lo que le había prometido a mí amigo.

El triunfo de mis amigos los hago míos. Y él consiguió a fuerza de sacrificio todo lo que se había propuesto. Lo celebramos, como lo celebran los amigos de verdad, con un abrazo sincero.

No puedo remediarlo sigo siendo fiel a todos los sabios consejos que me dio mí abuela. Adoro la amistad verdadera y trato de conservarla como oro en paño. Juan e Isabelita, se encuentran entre ese reducido grupo de amigos que tengo y a los que le entrego toda mi amistad, la misma que recibo de ellos sin pedir nada a cambio.
 

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