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OPINIÓN - MARTES, 21 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Aceras y bicis
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Acababa de salir de cenar en un restaurante, que sin llegar a ser de tronío es bastante bueno, en compañía de unos amigos cuando de pronto, a la vuelta de la esquina, aparece una bicicleta corriendo a toda velocidad en medio de la acera y pasando entre nosotros como el toro pasa embistiendo la capa con sus cuernos a escasos milímetros de los huevos del torero.

Al ciclista no lo vimos, bueno vimos la ropa porque el chaval era un negro, sí he dicho negro y no subsahariano porque hasta en Suecia hay negros, y se confundía con la negritud de la noche.

Lo de negro no es una declaración de racismo, que quede claro, es un adjetivo perfectamente definido en cualquier diccionario ¿eh?

Bueno, eso de que las bicis vayan por la acera me parece una imbecilidad de un tamaño que cabe dentro de la cabeza del que apostó por tolerar esta concesión.

La bici es una máquina, aunque sea movida por fuerza humana, compuesta por material metálico en el 80% de su configuración y por tanto puede considerarse un arma de destrucción masiva (cuando la cargan con bombas) de seres humanos y de hecho es un arma de destrucción masiva de células humanas en caso de atropello. Nunca puede ser calificada como objeto peatonal.

Un niño, educado dentro del concepto de su edad, está jugando en el portal de su casa, llega un momento en que algún juguete se dispara y llega a caer en medio de la acera. El niño nunca quiere perder el objeto con el que está jugando en ese momento y sin pensarlo dos veces sale corriendo a recogerlo, justo en ese instante un ciclista va a toda velocidad por la acera apenas ocupada por peatones… el niño en el hospital gravemente herido por objetos punzantes ultradelgados (las radios de la rueda delantera de la bici) y con una hendidura de varios centímetros en el estómago (la llanta de la mencionada rueda al desprenderse el neumático a causa del impacto) y un trauma cráneo-encefálico debido al vuelo impulsado por el encontronazo y el mal aterrizaje sobre el duro asfalto.

No es que quiera ser truculento pero es un hecho real que pasó y pasa. Pasará si toleramos esas “aperturas” a las bicicletas sobre la acera.

Soy amante del deporte, en infinidad de ocasiones he utilizado mi “Mountain bike” para hacer excursiones o simplemente para pasear y nunca, lo digo bien claro, nunca se me ha ocurrido correr por aceras de la que he sido y soy consciente de que es una zona de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada y sita junto a los paramentos de las casas y PARTICULARMENTE DESTINADA PARA EL TRÁNSITO DE LA GENTE QUE VA A PIE.

Los ciclistas pueden y deben circular libremente por la red viaria pública, incluida las carreteras… ahí está el quid de la cuestión: RED VIARIA, adjetivo que define los caminos y las carreteras como deben saberlo, pero no confundir con ACERAS.

Teniendo como tienen tanto espacio para circular, de hecho pueden utilizar un carril a su entera disposición en calles de mas carriles, no es necesario que utilicen las aceras y cuando por cualquier motivo tengan necesidad de transitar por ellas, deben hacerlo andando y desmontado.

Tampoco estoy de acuerdo con los carriles-bici habilitados sobre las aceras por las mismas causas en que baso mi descripción del niño atropellado. Que lo hagan sobre la calzada.

Es una incongruencia que algunas ciudades decidan permitir la circulación de bicicletas por aceras y zonas peatonales. Tanto es porque desvirtúan la condición peatonal fastidiando a los conductores de vehículos con ruedas que residan en la zona y permitiendo a otras ruedas circular.

Esto conlleva un poco de seriedad para con el civismo de los ciudadanos, no ya por derecho sino por obligación, ya que todos sabemos que de todo hay en la Tierra y no todos los ciclistas se comportan como debería comportarse, sobre todo los jóvenes y los inmigrantes, estos por desconocer las normas cívicas de la convivencia básica.

Termino aclarando que el susto a la salida del restaurante podría habernos costado la digestión de una noche que prometía ser feliz pero que acabó en aceleración de neuronas y descargas de adrenalina que hubiera llegado a convertir la noche en una intranquila velada.
 

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