PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MIÉRCOLES, 22 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

Un cambio de amortiguadores
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

No solo en la política se dan los casos de falsedad o falta de la autenticidad tanto en las ideas como en las consecuencias derivadas de las actuaciones de sus representantes y jerarcas. Así hemos visto y conocemos como auténticos “cambia chaquetas” se han encaramado a los mas altos cargos tanto de la Administración Pública como de la Local y en los mismos partidos políticos de ideas y doctrinas opuestas a las suyas, algunos provenientes de las Falanges Juveniles, otros, los de mas edad, de la Guardia de Franco y otros firmes admiradores y defensores de las ideas comunistas de Mao, Lenin, Trosky y más pensadores de la revolución bolchevique, admiradores de la sociedad sin clases sociales y partidarios del acceso de la clase trabajadora al poder que, aunque no lo manifiesten, lo llevan arraigados en sus pensamientos tanto si son “ultras” de izquierdas como de derechas. Mantienen, a costa de mentir y de aparentar (cuestiones todas que tienen muy bien meditadas y ensayadas) su estatus tanto en la sociedad como en la política y partidos a los que ahora pertenecen, aun cuando nunca se sabe donde terminarán, políticamente hablando, porque son profesionales de lo que se dio en llamar en tiempos de Adolfo Suárez del “cambio de chaqueta”.

Y nos viene a cuento el titular de nuestro comentario “Un cambio de amortiguadores” porque la historia, por la semejanza que pudiera tener por aquello de la desfachatez con que se emplean sus autores, bien pudiera aplicarse a la clase de elementos trepas o arribistas a que nos estamos refiriendo. Es, pues, llegado el momento de exponer el relato que se nos ha ocurrido para que cada cual, dueño de su propio entendimiento, le aplique la moraleja final que cuadre con la breve historia, que también nos hemos inventado, para dar conocimiento del hecho.

Se trata de que al protagonista de esta fábula, mecánico de profesión, titular de un taller donde se ocupaba de la reparación y mantenimiento de vehículos de varias marcas, por parte de un cliente asiduo y que por tal motivo había entablado cierta amistad con el mismo, médico, quien le atendía gratis en su consulta tanto a él como a su familia, facilitándole medicamentos (entonces los trabajadores autónomos no estaban acogidos a la Seguridad Social) y de cuya amistad presumía, le llevó su automóvil para que le hiciera una revisión a lo que el mecánico amigo y acompañante en ocasiones en el desayuno y, a veces, aperitivos en el bar de la esquina, aparentando una desmedida amabilidad, dejó la tarea que en aquel momento le ocupaba para dirigirse a su cliente-amigo y preguntarle que necesitaba de él, a lo que éste le respondió que quería hacerle una revisión ordinaria a su vehículo. El tal mecánico, rápidamente, se puso a disposición del cliente y una vez atendida su demanda, dió una vueltecita al vehículo, golpeando con pataditas las ruedas y apoyándose en los guardabarros haciendo varias presiones con los abrazos hacia abajo dejando patente, según él, “el mal estado de la suspensión del vehículo, lo que hacia necesario, para su seguridad y, por consiguiente, de las personas que lo ocupaban, la renovación de los amortiguadores”. Es decir: poco menos que le era indispensable el cambio de estas piezas por lo el galeno, ante la indicación de su “amigo”, accedió rápidamente a que le repusiera tales elementos al tiempo que le hacia la rutinaria revisión objeto de la visita al taller.

Pasados algunos meses y encontrándose la mujer del mecánico con un niño pequeño en la consulta del médico, éste le prescribió cierto medicamento del que no tenía muestras para darle por lo que le indicó que lo sentía, pero que tal prescripción debía de tomarla el nene urgentemente, a lo que la señora le contestó que no se preocupara que prescribiera lo que fuera necesario, ya que su marido, al primer “gallareta” que se presentaba en su taller, le decía que necesitaba reponerle los amortiguadores y le ”ventilaba” 12.000 pesetas...
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto