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ACTUALIDAD - VIERNES, 14 DE NOVIEMBRE DE 2008


alvaro siza. reduan.

entrevista
 

Alvaro Siza: «La polémica reforzará la integración de la Manzana del Revellín en la ciudad»

El arquitecto portugués anhela ver terminada tras “muchos” cambios de programa su obra en Ceuta, “sobre todo, para que los ceutíes la disfruten”
 

CEUTA
Gonzalo Testa

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Todo pachorra, eminencia arquitectónica mundial, el Premio Pritzker de 1992 Álvaro J. de Melo Siza (Matosinhos, Oporto, 1933) da la impresión de no alterarse con casi nada. Al autor de la Manzana del Revellín, antidivo, no parece emocionarle más que su cigarrillo y el café que le espera en el interior del Parador La Muralla. Eso y, esporádicamente, determinadas respuestas sobre la esencia de la Arquitectura, su pasión, su vida, el arte del especialista en no ser especialista, y sobre la Manzana del Revellín, una obra que en determinados momentos da la impresión de tenerle harto pero que, en el fondo, le ilusiona ver terminada: el nuevo corazón de la “bellísima lengua de tierra que avanza hacia el mediterráneo” que, a su juicio, es Ceuta.

Pregunta.- Hace once años que empezó todo, que usted vino por primera vez aquí para hacerse cargo de este proyecto. ¿Aún recuerda cómo llega a sus manos la propuesta que acaba tomando forma en la Manzana del Revellín?

Respuesta.- El Gobierno de la Ciudad me trasladó una invitación para ocupar ese hueco que iba a dejar en el centro de Ceuta la demolición de un edificio bello, grande y con enormes patios. Se decidió demoler y se apostó por un programa de índole cultural que incluía un auditorio y una parte comercial también. Yo propuse un conjunto de edificios a la escala de los inmuebles que lo rodean, integrado en el tejido arquitectónico, organizado como una plaza abierta a las calles convergentes. Fue una operación diseñada para completar el tejido del casco histórico ceutí.

P.- ¿Esas fueron las única premisas que se le dieron: auditorio y parte comercial?

R.- No, también que tendría que tener un aparcamiento subterráneo y que debería respetar la altura de los edificios circundantes, pero sin condicionantes urbanísticos que dificultasen una solución fruto del análisis del lugar.

P.- Dice usted que el arquitecto encuentra la arquitectura allí donde trabaja. ¿Qué le inspiró de esta ciudad?

R.- Destacaría la escala de esta parte de la ciudad: altura de los edificios, dimensión de volúmenes... Quise hacer algo que pareciera estar ahí desde hace mucho. En este caso el factor de la historia del lugar no contribuyó tanto como en otras ocasiones porque el programa era bastante distinto del anterior contexto, que era de un cuartel de grandes dimensiones. El color general de Ceuta, claro, blanco, ocre muy tenue... y el carácter de la arquitectura norteafricana, resultado de su clima, marcado por la contención de las aberturas para que no haya mayor dificultad de tratamiento técnico y palas de protección horizontales para evitar la incidencia más penalizante del sol... Esas son las líneas generales.

P.- ¿Cuánto de mal lo ha pasado usted con este proyecto?

R.- No diría que lo he pasado mal. Lo he pasado bien, pero me he visto obligado a cambiar muchas veces de programa, sin ponerse nunca en duda el espíritu del proyecto, que han influido en los volúmenes y, por lo tanto, en el carácter de la arquitectura. El más complicado de concretar fue el referido a la calle Padilla, donde en la primera solución ese edificio se iba a dedicar íntegramente a fines culturales, con volúmenes y cuerpos abiertos con patios que fragmentaban el frente sobre la calle Padilla. Me gustaba más. Los cambios han obligado a ocupar esos pequeños patios y han dejado esa fachada lisa. Ese ha sido el cambio más difícil de trabajar para no dejar una cosa fuera de escala. Esa parte pasó a comercial y ahora vuelve a pasar a cultural, pero no se puede recuperar el concepto antiguo porque implicaría demoliciones importantes.

P.- Ayer tuvo la oportunidad de ver en directo el estado de la obra de la Manzana. ¿Qué le pareció?

R.- La obra, por todos esos hechos de los que ya hemos hablado, que son conocidos, ha durado ya mucho tiempo. Ahora se han tomado decisiones para terminarla definitivamente, pero yo destacaría que está bien hecha. Los acabados de las salas, los detalles... El constructor está empeñado en seguir todas las instrucciones e interesado en terminarla bien.

P.- ¿Cuál es la gran dificultad pendiente?

R.- Ahora hay, de nuevo, un cambio de programa, pero puede ser perfectamente absorbido por el edificio, que está diseñado desde su origen para poder cambiar cosas. El programa desde el inicio, salvo en el auditorio, era muy impreciso. El área comercial tampoco ha sufrido muchos cambios, pero la que ha ido de comercial a cultural sí ha soportado tendencias distintas que la han obligado a adquirir cierta flexibilidad necesaria.

P.- Hace nuevo años a usted le dijeron que mejor dejar aparcado el proyecto, que no servía, que era elitista y estaba fuera de contexto. ¿Cómo se le convenció para retomarlo?

R.- Yo quise abandonarlo todo porque me pareció que el procedimiento iba a ser demasiado difícil, lleno de accidentes, pero aquí hubo gente, amigos, que me animaron a continuar, que me hicieron ver que no se podía perder todo, que era importante hacer esto, que me hicieron sentir el dolor de abandonar después de dedicarle mucho tiempo y cariño a un proyecto que me contentaba mucho. La Manzana no es un edificio, es una parte de la ciudad, de su corazón. Me convencieron, casi como Obama... ‘We can do it!’... El hecho es que después la evolución del proceso de nuevo rehace las condiciones para un programa más abierto al uso de la ciudadanía, más vivo, más centrado en su papel de punto de convergencia de intereses culturales y de otro tipo... Para mí supuso el equilibrio del programa para el caso histórico de esta ciudad.

“Que la vivan”

P.- ¿Qué le gustaría que los ceutíes dijesen de la Manzana? ¿Que es bonita o algo más?

R.- Que no digan nada, que la vivan. Estoy seguro de que así va a ser porque incluso sin la Manzana esa parte de la ciudad tiene una vida fuertísima durante todo el día. Aquí todo pide vivir la ciudad al aire libre: el clima, la concentración en un territorio muy pequeño... Ceuta es una ciudad llena de vida y poner en funcionamiento equipamientos como un café, el auditorio, el Conservatorio, una parte comercial que consolide el continuo del Revellín... Todo esto tiene que va a funcionar, va a funcionar, con independencia de que a uno le guste más que otro, porque eso siempre ocurre. Lo que sí tengo verificado es que la polémica alrededor de los proyectos, con su desarrollo, pasados unos años, refuerza su integración en la ciudad. Algo que en un momento surge como nuevo, creando dudas, acaba por su capacidad en el tiempo...

P.- ¿Quiere decir que polémica que la ha rodeado durante los últimos años, con causas judiciales de por medio incluidas, hará de la Manzana del Revellín un elemento aún más emblemático para la ciudad?

R.- En cierta medida sí. Sobre todo porque la polémica fortalece el interés de intervenir en una sociedad democrática. Hay situaciones en las que, aún queriendo intervenir, no es posible, pero en nuestro espacio sí. La participación de la sociedad es muy importante a la hora de concretar el resultado final del proyecto.

P.- ¿Hasta qué punto es imprescindible saber qué va a ir dentro para completar el diseño de ese continente?

R.- Claro que lo es. Por eso cuando hablaba de la cierta dificultad de los cambios de programa lo hacía porque la arquitectura es el resultado de encontrar soluciones hacia el interior pero también hacia al exterior, hacia el paisaje o la ciudad. Hoy existe una tendencia a mi juicio muy negativa que pasa por negar o no respetar como siempre se ha hecho esa relación entre el interior y el exterior de un elemento arquitectónico. Hoy la tendencia es buscar una imagen exterior espectacular e incluso en el interior cambiar de alturas. Es un desastre para la arquitectura y posiblemente el mayor problema que tiene su desarrollo: la fragmentación, la idea de especialización para el interior, para el exterior... ¿Al arquitecto qué le queda? ¿La piel?.

P.- Usted defiende, por tanto, al arquitecto como un profesional global, ¿no?

R.- ¡Claro! El arquitecto también es un especialista. Es el especialista en no ser especialista, en ser capaz de conseguir que de la intervención de distintas especialidades resulte una imagen unitaria, legible, reconocible de su obra.

P.- ¿Es malo que sea más importante quién ha hecho algo que qué ha hecho realmente?

R.- Puede haber quien sea así pero para mí lo interesante es la obra, sea quien sea su autor. La arquitectura no es una manifestación individual ni aislada del mundo. Hay un filo en la historia de la arquitectura y una influencia clarísima de lugar en todos los sentidos, incluido el humano, el colectivo y el social.

P.- Usted ha trabajado en la rehabilitación del barrio de Chiado. ¿Es más complicado trabajar en un proyecto nuevo, sin ataduras, o en la recontrucción de un espacio que ya está diseñado, encajado, habitado?

R.- No diría que es más difícil. Es distinto. Para hacerlo bien exige un conocimiento y un trabajo en equipo donde debe haber, aquí sí, especialistas en técnicas que ya no se practican, en el contexto histórico, en la población que habita el espacio... No es distinto. Es arquitectura. Es cooperar y trabajar con los materiales para hacer de nuevo algo desde la libertad, que puede conquistarse de formas muy distintas, en un caso y en otro, porque siempre hay capacidad para interpretar el contexto donde se trabaja y añadir algo. Una intervención arquitectónica, más o menos, siempre transforma, de una forma más o menos profunda en función de lo que signifique para la ciudad.

P.- La ciudad está aquí embarcada en un gran proyecto de rehabilitación del barrio del Príncipe Alfonso. ¿Lo conoce? ¿Le ha sugerido algo si es que lo ha visitado?

R.- No. ¿Es un barrio nuevo?

P.- No, es un caos urbanístico donde viven más de 12.000 personas, en algunos casos sin servicios básicos, con una carácter y una estructura muy particular

R.- ¡Ah, sí! Lo he visto, pero por el nombre no lo identifiqué. Ahí hay una cosa muy importante: la presencia humana. Si está degradado se puede rehacer, pero lo más importante es mantener un sentido de comunidad o de identidad. Y si se perdió, reponerlo. Ese fue el trabajo más importante en el Chiado y seguramente también en el Príncipe lo sea.

P.- ¿Qué le parece Ceuta en términos arquitectónicos?

R.- Es muy interesante por su soporte geográfico y paisajístico. Ceuta es una bellísima lengua de tierra que avanza hacia el Mediterráneo. Su relación con Gibraltar, con Algeciras, que en días como hoy están tan presentes en todo; su influencia de la arquitectura norteafricana, movida por la historia y el clima; el cariz tan distinto que le da su pertenencia a España y a su presencia secular, antes portuguesa; y el eclecticismo propio de las ciudades europeas entre la arquitectura clásica y moderna, que tras mucha imaginación retrata la tensión entre la fuerza de la historia y los deseos y necesidades del mundo moderno, hablan también de la transición de la ciudad autónoma de Ceuta.
 

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