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OPINIÓN - SÁBADO, 22 DE NOVIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

A la atención de Mohamed Alí


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El nacimiento del Instituto Municipal de Deportes generó muchas ilusiones en una ciudad donde si bien primaba la afición y el interés por el fútbol, había también deportes muy arraigados en ella y otros que comenzaban a despertar muchísimo interés.

Y se pensó que semejante organismo podría muy bien acoger en su seno a personas capacitadas para asesorar a deportistas con aspiraciones y asimismo aficionados, organizar acontecimientos deportivos y, sobre todo, hacer que los niños pudieran crecer en escuelas de juegos que tanto ayudan a la formación de los jóvenes.

Conviene decir cuanto antes, sinceridad obliga, que el nacimiento del IMD se produjo cuando era palpable la carencia de instalaciones deportivas. En cambio, pronto se convirtió en un organismo donde había más empleados de los que realmente eran necesarios.

Con lo cual estamos hablando de una contradicción auspiciada, sin duda, por los políticos que vieron la posibilidad de colocar en el IMD a personas de su confianza. Y allá que se repartieron ese derecho por medio de cuotas acordes con el poder que tuviera cada cual en aquella Corporación Municipal.

El Instituto Municipal de Deportes, conocido ahora como ICD, fue concebido con muy buenas intenciones, pero éstas se torcieron rápidamente. Debido a que su tan cacareada autonomía propició que algunos individuos, tan faltos de vergüenza como de escrúpulos, se aprovecharan del invento para vivir a cuerpo de rey.

Yo conocí lo que era el IMD en los años ochenta. Y cómo funcionaba por dentro la sede del organismo, sita entonces en el pasaje de González de la Vega. Allí me fue posible comprobar de qué manera los cimientos de aquel entramado deportivo eran tan inconsistentes como para hacer posible que la obra creciera en permanente estado de ruina.

Ruina que, aunque apuntaladas con las mejoras que se han ido produciendo en lo tocante a instalaciones, es cada vez más percibida por los ciudadanos. Así, la cosa ha llegado a un punto en que no me extraña que el presidente de la Ciudad, antes de que en cualquier momento se produzca un derrumbe del organismo y cause estropicios irreparables, haya pensado en acabar con la autonomía de algo que jamás ha dado la talla exigida, por no haber cumplido con los objetivos previstos.

Juan Vivas,
por si ustedes no lo saben, es quien más conocimientos tiene de cuanto ha venido aconteciendo en el ICD, desde el primer día. Miento: Vivas conoce el ICD mucho más que todo eso; pues no en vano es el padre de la criatura. Eso sí, en una época donde él, como funcionario destacado, se veía obligado a tomar decisiones contrarias a su voluntad. Para no tener que enfrentarse a esos políticos que usaban el organismo autónomo para favorecer a su clientela y, por encima de todo, como sitio ideal para hacer negocios más que rentables. De acuerdo, claro está, con algunos de los que aún disfrutan de una vida muelle, y magníficamente remunerada, en el ya tantas veces reseñado instituto deportivo.

En fin, que lo dicho a lo mejor le vale a Mohamed Alí para que, si a bien lo tiene, me pregunte algún día por cuestiones relacionadas con el organismo deportivo y autónomo; de modo que conociendo su pasado le sea más fácil hablar de un presente sin exponerse a dar palos de ciego.
 

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