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OPINIÓN - SÁBADO, 22 DE NOVIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

El parcheo no sirve a la emergencia educativa
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

No hay que ser ninguna lumbrera para pensar que la educación es de extrema importancia para el futuro de un país. Sin embargo, desde hace tiempo nuestro sistema educativo es tan pésimo que los chavales abandonan a temprana edad. De poco van a servir esa docena de medidas encaminadas al enganche escolar. Es un engañabobos más. Ya desde el mismo momento que se ha dejado de defender a la familia, punto de referencia insustituible, también se ha dejado de defender a la educación. Es preciso educar a las personas para que sepan y quieran usar lo que han aprendido a favor del bien y no del mal, instrucción que comienza a aprenderse en el hogar. La educación sigue estando en manos de los políticos de turno, de las comunidades autónomas y sus gobiernos, empeñados en adoctrinar y en imponer sus propios proyectos, cuando instruir es todo lo contrario, ha de hacerse en libertad para formar personas libres, que no sean y no se conviertan en esclavas de sus propios vicios. Esto, evidentemente, requiere consensos y pactos. Que los poderes públicos se alejen de esa inherente garantía educacional, desvirtuando una programación general de enseñanza en todo el país, obviando la participación efectiva de todos los sectores afectados, es la mayor torpeza de un Estado social y democrático de Derecho.

Ahora se pretende “parchear” un sistema educativo para reducir el abandono escolar, algo que por si mismo ya está totalmente viciado, cuando lo que urge es un gran pacto educativo, con todos los agentes implicados, para cambiar y unificar lo que actualmente es un desastre total, puesto que el fracaso se dispara. A la familia hay que darle el protagonismo que le concierne y no se lo da. Es preciso que vuelvan a apropiarse de la función educativa que les compete. El hogar familiar, por principio, es la primera escuela de vida y de virtudes sociales, la primera escuela de ciudadanía y de valores. Y el sistema debe poner en el centro a la persona con sus necesidades en la globalidad, es decir, haciéndose cargo del crecimiento íntegro del educando, en todas sus dimensiones. La educación como viene sucediendo en las últimas décadas, nunca debe ser objeto de confrontación ni de división. En realidad, no sólo están en la causa de este retroceso educativo, las responsabilidades personales de los adultos y de los jóvenes, que sin duda cohabitan y no deben esconderse, sino también un sistema educativo floreado de doctrinas insustanciales, propiciado por gobiernos incompetentes que incluso fagocitan lo que no les corresponde. En suma, que pocos incentivos puede dar un sistema educativo incapaz de transmitir reglas de comportamiento y objetivos creíbles sobre los que se pueda construir la propia vida.
 

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