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OPINIÓN - VIERNES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Campo de Juan Luis Aróstegui
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Coincidí con Mabel Deu en la plaza de la Constitución y me dijo que había pasado un mal rato durante la celebración del acto dedicado a la Violencia de Género. Porque, debido a problemas de tensión, no se encontraba bien y allá que se encaminó deprisa y corriendo hacia donde pudieran aliviar su situación. No sin antes oír mis deseos de que cuanto antes recobrara la normalidad arterial.

Semejante contratiempo me impidió preguntarle a la Consejera de Educación, Cultura y Mujer las razones que había tenido para no incluir a Juan Luis Aróstegui entre las personas que han sido designadas para que se rotulen calles con sus nombres. Y estaba dispuesto además, a pesar de ser de dominio público que la tengo en alta estima, a mostrarle firmemente mi repulsa por cometer tan flagrante injusticia.

Una injusticia tan evidente, que a estas horas me resulta inconcebible creer que la gente no se haya lanzado ya a la calle pidiendo a gritos que una calle de Ceuta lleve el nombre de Aróstegui. No sólo por su dilatada y destacada labor como secretario general de Comisiones Obreras sino, y he aquí su mayor mérito para esa concesión, porque como político es seguro que tardará muchos años en nacer otro igual.

Como sindicalista, quién no recuerda al hombre que fiscalizaba los cierres de los comercios al frente de un grupo de aguerridos y ejemplares ciudadanos que ondeaban la bandera de la libertad en todos los sentidos. Gracias a ellos, y sobre todo al liderazgo ejercido por el secretario general, los comerciantes pudieron darse cuenta de que las cerraduras de sus comercios eran de chichinabo. Y sólo entonces decidieron gastar dinero en poner mecanismos capaces de resistir la maniobra de los ‘cacos’. Que, por aquellos tiempos, eran muchos y muy peligrosos.

En lo tocante a su carrera política, pocas personas se atreverían a negarle a Juan Luis sus éxitos como concejal en el Ayuntamiento. Éxitos que se verían confirmados por innumerables ciudadanos si, por ejemplo, la televisión de Manuel González Bolorino saliera a la calle y preguntara sobre aquellos años dorados de Aróstegui, cuando ejercía de poderoso político municipal.

Seguro que la gente diría de él que ha sido el hombre más bueno que ha habido para las personas más necesitadas. Seguro que la gente se desharía en elogios hacia quien implantó en el Ayuntamiento unas normas para acceder a un empleo que todavía no han sido igualadas por ningún otro político. Tampoco la gente se mordería la lengua al reconocer que hizo una gestión de los fondos públicos que aún se tiene como arquetipo. Con relación a la distribución de las viviendas protegidas, la gente diría que jamás el reparto que se hacía en sus tiempos de político omnipresente y omnisciente, ha conseguido ser superado en equidad.

Y así, la televisión privada, cuyo propietario dice que es mejor que la pública, se vería obligada a permanecer días, meses y años en las calles, porque así lo querrían los ciudadanos en general con el fin de destacar los merecimientos de Aróstegui para que a una calle de la ciudad le pongan su nombre.

Y uno piensa que el Gobierno de la Ciudad, antes de que lo dicho suceda, debería reunirse urgentemente a petición de Mabel Deu, para aprobar que el Alfonso Murube pase a llamarse campo de Juan Luis Aróstegui. Pues más vale prevenir que lamentar.
 

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