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OPINIÓN - SÁBADO, 29 DE NOVIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

El ingeniero-terrorista de Mekinés
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

El 19 de agosto de 2007 para ser exactos (aunque también me remito a las columnas de los dos días siguientes), les comentaba el caso de un joven ingeniero en Mekinés, quien habría intentado inmolarse en un acto terrorista al uso (me niego a emplear el término “kamikace”, mi respeto para los aviadores nipones de la II Guerra Mundial) haciéndose detonar el 13 de agosto de 2007 contra un autobús de turistas, causando varios heridos pero, afortunadamente, ningún muerto; él mismo salió gravemente lesionado, pero vivo. El artefacto empleado no pudo ser más artesanal pese a la formación universitaria (graduado por la Escuela de Ingeniería de Casablanca en 2001) del autor: una pequeña bombona de gas y un detonador. Recientemente, la Corte de Apelación de Rabat ha confirmado la pena a la que había sido condenado en Primera Instancia: prisión perpetua. Por el contrario, el terrorista que habría influido en la decisión del joven ingeniero, un tal Hassan Azougar (?quien es exactamente?), habría sido condenado en firme a tan solo ocho años de prisión cerrada.

El “caso Doukkali” encierra, en sí mismo, diferentes interpretaciones así como varios enigmas: en primer lugar el ambiente ideológico que habría influido en su comportamiento, pues curiosamente y desde su estancia en Tánger en 1988, era militante de una organización radical pero que siempre ha condenado la violencia, “Justicia y Espiritualidad”; en segundo lugar su posición social: Doukkali, natural de Khémisset (ciudad de unos 120.000 habitantes, esencialmente berebere, situada a 77 kms. de Rabat y 55 de Mekines) y en la treintena de la vida, había logrado un puesto como funcionario en la delegación del ministerio de Finanzas de Pekinés (de hecho trabajaba en la oficina de impuestos), disfrutando por tanto de una posición confortable y con expectativas; es decir, no se trataba de un paria o un desarrapado, un pobre muchacho que intentaba sobrevivir en un barrio marginal. Esto me parece, en contra de mucha y sesuda literatura al uso, altamente relevante. También hacer constar que, en principio, la llamemos “célula Doukkali” estaba inicialmente formada por al menos dos ingenieros confesos más (detenidos posteriormente por la policía), que se habrían echado atrás en el último momento.

Permítanme una reflexión: ¿quién es más criminal, el que asesina o el que ordena…?; ¿el terrorista de base o el terrorista ideólogo…?. Ahora que el Estado marroquí está dialogando con los “emires de la sangre”, los jeques de la salafiya yihadista responsables de la ideología que ha sembrado el terror estudiando, parece ser, su puesta en libertad baja ciertas condiciones (repasen si gustan el Sniper del 1 de julio de 2007) con motivo de la inminente festividad de la Pascua musulmana (Aïd Al Adha, 8 de diciembre), parece un tanto desproporcionado que Hicham Doukkali sea condenado a cadena perpetua máxime cuando, ante los magistrados que le han juzgado, se arrepentía de su acción aceptando su gravedad. La Corte de Apelación de Rabat no parece, en este caso, haber considerado ninguna circunstancia atenuante. Bien, pero ¿y los inductores del clima de terror, los emires del salafismo yihadista, qué?; ¿a comer corderito en casa…?. Veamos: sobre Hassan Kettani aletearía la sombra de la duda (“in dubito pro reo”), pero Mohamed Fizazi y Abou Hafs se merecen bien seguir bajo rejas.
 

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