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OPINIÓN - VIERNES, 5 DE DICIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Un “iraní” y un “andalusí”, en la capital de España
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Estos días la Universidad Complutense de Madrid organizaba, en colaboración con la Consejería Cultural de la Embajada de la Repúblia Islámica de Irán en España, un interesantísimo seminario sobre el pensamiento de Ibn SIna (Avicena para los europeos, a través del hebreo), con la asistencia de destacados profesores y especialistas españoles (Miguel Cruz Hernández, Juan Martos, Rafael Ramón Guerrero. Ricardo Albert Reyna y Joseph Puig) e iraníes (Ahmad Ahmadi y Saeid Hooshangi), así como el consejero de la legación diplomática, Seyed Ahmad Reza Khezri.

Entre todas las comunicaciones, además de la aportación del profesor Cruz Hernández (autor de tres espléndidos volúmenes sobre la “Historia del Pensamiento en el Mundo Islámico”, editados por Alianza Editorial y de obligada referencia) sobre los “Escritos esotéricos de Avicena”, es llamativo cuando menos el titular del especialista iraní Ahmad Ahmadi, profesor del departamento de fFlosofía de la Universidad de Teherán: “Los límites de la razón en el pensamiento de Avicena”. En cuanto a la obra de Ibn Rusd, conocido por los occidentales como Averroes (cuyo aportación racionalista es equivalente al de Tomás de Aquino en la Cristiandad o el de Maimónides en el Judaísmo), es tratada fundamentalmente por el profesor Hooshangi, con una interesante comunicación sobre “Aspectos desconocidos de Averroes en Oriente”.

En cuanto a Avicena (1110-1185 de la Era Común), cuyo pensamiento ya lo enmarcaba S.F. Afnan en el Renacimiento Persa bajo el nuevo Califato Abasí, es obvia y natural la participación de la Embajada iraní, pero Ibn Rusd (Averroes, 1126-1198 E.C.) parece colocado de rondón cuando este cadí y médico de Córdoba, cuyo atrevido pensamiento puede calificarse como la cima del aristotelismo medieval (Cruz Hernández), ejerció una beneficiosa influencia, pese a las limitaciones de la “Inquisición” almohade, que llegó a quemar sus obras, no solo en el Imperio de las Dos Orillas, sino también en la Europa cristiana pues, no en vano, podían percibir en el “andalusí” el pensamiento casi de un librepensador como ya advirtíó Renán. Ibn Rusd llegó a calificar al sultán marroquí Abu Yusuf Yacub al-Mansur como “Rey de los beréberes”, en lugar de “Rey de los Dos Continentes”, lo que sin duda explicaría la persecución político-religiosa de la que fue objeto . Intento resaltar al lector, simplemente, la vida y obra de uno de los mayores representantes de la “fálsafa” (filosofía) en el mundo islámico, nacido en la España andalusí (Al-Andalus) y muerto en la soleada Marrakech, siendo posteriormente transportado a su Córdoba natal para ser enterrado en el cementerio familiar, como nos cuenta un testigo excepcional, el sufí Ibn Arabí. Por lo demás Averroes fue, resaltemos, crítico acervo y exhaustivo con el pensamiento del persa Avicena, introducido en Al-Andalus por el médico granadino Ibn Tufayl (1110-1185 E.C.) quien, curiosamente, fue el valedor de Ibn Rusd en la corte almohade en 1169. ¿Cuál será el papel del hispano-marroquí Averroes, si me permiten la expresión, en el citado seminario?; ¿un florero…? Si bien quien paga la orquesta obviamente toca la música, me parece por cierto magnífico que el Régimen de los Ayatolás, en colaboración con la Complutense de Madrid, se dedique a patrocinar el intelecto y no a otras cosas.
 

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