PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - VIERNES, 26 DE DICIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Jesús el judío
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Ya advertía Martín Buber (autor, entre otras obras, de un sugerente librito: “Caminos de Utopía”) que “… nosotros, los judíos, conocemos a Jesús de un modo -en los impulsos y emociones de su judeidad esencial- que permanece inaccesible a los gentiles sometidos a él”. Solo desde el Judaísmo han salido tres destacados investigadores universitarios que abordaron, en rigor y con profundidad, el carácter eminentemente judío del universal niño presuntamente nacido en Belén (mañana escribiremos de la famosa estrella) la noche del pasado 24, cuyo pensamiento (depurado por Pablo y reinterpretado en los expurgados Evangelios) sirve de armazón doctrinal al Cristianismo, influyendo también en el corpus ideológico del Islam: el profeta Jesús, Isa, ocupa un honroso rango en el Corán, solo por debajo de Mahoma.

Del húngaro Geza Vermes (pionero en la investigación de los Manuscritos del Mar Muerto y profesor de Estudios Judíos en la Universidad de Oxford) he tomado prestado el titular, “Jesús el Judío”, libro publicado por Muchnik Editores (Barcelona 1984); David Flusser, especialista en historia y literatura judías del tiempo de Jesús y profesor de la Universidad de Jerusalén, escribió “Jesús en sus palabras y en su tiempo” (Ediciones Cristiandad, Madrid 1975); finalmente Etan Levine, rabino y profesor de Ciencias Bíblicas en la Universidad israelí de Haifa es autor de “Un Judío lee el Nuevo Testamento” (publicado en España también por Ediciones Cristiandad, Madrid 1980). Los tres son concluyentes: Jesús fue, en todo caso, un reformador que se mantuvo fiel en todo momento a su condición identitaria judía mientras los Evangelios, pese a sus expurgaciones y añadidos posteriores (todos fueron escritos después de la conquista y destrucción de Jerusalén por las legiones romanas), rezuman judeidad por todos sus poros. Es decir, no solo es posible sino que además es legítimo “devolver” a Jesús al seno del pensamiento judío del que nunca salió. Pablo y el Edicto de Milán, pilares del naciente Cristianismo (la “iglesia” de Jerusalén desapareció con la debacle de la ocupación romana), son otra cosa, una herejía, si se quiere, que llegó a triunfar tras la interesada y espuria cobertura política prestado por la dominante Roma.

Para Flusser, “El Judaísmo es el trasfondo en que se encuadra el mensaje de Jesús y sólo quien conozca el primero puede captar el sentido auténtico del segundo” (pág. 151); Levine, quien advierte que la noción de Mesías “fue clave en el pensamiento judío antiguo, aun cuando no se tuvo de él una concepción unitaria” (pág. 13), reconoce ciertas originalidades en la enseñanza de Jesús (pág. 45) aunque su conclusión es taxativa: “… no hay que olvidar que el Nuevo Testamento es originariamente un libro judío” (pág. 317); en cuanto a Flusser, para quien el mensaje ético y las parábolas de Jesús son una “forma de enseñanza homiliar usual entre los predicadores rabínicos” (pág. 31), argumenta que “Jesús de Nazaret adquiere la personalidad muy plausible de un jasid galileo” (pág. 90). Los cristianos, que celebran estas señaladas fiestas de tan arraigada tradición, harían bien en repasar estos días su historia y pensar que sus devotos Jesús, María, los Apóstoles… eran judíos. El por qué de la inquina y posterior persecución sistemática a este pueblo, es de locos. ¿No creen?.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto