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OPINIÓN - SÁBADO, 27 DE DICIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

Al hilo de las palabras del Rey
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Al igual que todos los años por nochebuena, el Rey se ha dirigido a todos los españoles en su tradicional discurso. De entre lo dicho, que fue mucho e intenso, subrayo las palabras dirigidas a suscitar una cultura política de ilusión, unidad y responsabilidad para despertar el interés por los asuntos públicos. Me parece un extraordinario aviso para todos, pero sobre todo para aquellos que concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular.

Hace falta una cultura política de ilusión que respete a las personas, bajo el deseo de buscar una síntesis entre la unidad y la diversidad. Realmente, cuando falta el anhelo de lucha o falla la utopía difícilmente se puede avanzar. La unidad de nuestras comunidades autónomas no es una simple quimera ciudadana, sino irremediable mandato del destino de un país. La propia participación en la vida política exige una coherente responsabilidad hacia el bien común y hacia esa unión, tan precisa como necesaria. Alianza que no puede estar ausente en ningún momento. No lo estará en la medida que propiciemos un mundo de gentes sinceras. La política de la mentira, de la pasividad, incapaz de oponerse a las raíces de las injusticias, pienso que se nos ha instalado en el cuerpo más de lo debido, algo que es funesto para toda sociedad; puesto que socava la confianza entre los individuos y rompe el tejido de las relaciones sociales. Con la falsedad, la desunión está servida en bandeja. Nadie se fía de nadie.

También se ha referido a otros problemas sensibles como la discapacidad, las graves enfermedades, la drogadicción, la violencia de género o los accidentes de tráfico, para los que ha pedido los mayores desvelos, así como para asegurar los derechos humanos, la dignidad e igualdad de las personas. También todas las políticas, todos las instituciones, toda la ciudadanía, ha de implicarse con desvelo en mejorar la solidaridad con sus propios conciudadanos y entre sí. Avivar la cultura de la donación, promoviendo la vida familiar o las asociaciones de voluntariado, es una buena manera de convivir compartiendo. Frente a esa solidaridad que nunca llega o llega tarde, debe prevalecer un modelo de Estado de auténtica solidaridad. Y ahí los políticos han de dar el todo por el todo. En nuestras sociedades no basta la ley del mercado y la globalización; hay que tener en cuenta otros valores como el apoyo y la adhesión de unos para con otros. Al fin y al cabo, necesitamos un desarrollo con equidad. También una política con conciencia política, es decir, con deseos de sanar los males, con la claridad debida y los medios necesarios para resolverlos. Y todos a una, en una misma dirección.
 

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