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OPINIÓN - SÁBADO, 27 DE DICIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Belén de Judea y su estrella
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Entre la religión, el folklore y la ciencia, la Estrella de Belén como apunta Mark Kidger, miembro del Instituto de Astrofísica de Canarias, “es el más antiguo de los misterios astronómicos”. Pese a la dificultad añadida de no poder disponer de una fecha exacta del presunto nacimiento de Jesús, clave en la celebración cristiana de la Natividad, sí se han podido ir descartando diferentes hipótesis: hoy se sabe fehacientemente que, la famosa estrella, no fue Venus o el planeta Urano, tampoco la estrella Sirio, una ocultación de Júpiter por la Luna o una conjunción de Júpiter y Saturno, ni una supernova, el cometa Halley u otro o la Aurora Boreal y, tampoco, un meteoro o un asteroide cercano a la Tierra; mucho menos el moderno mito de un OVNI. Es decir, la Estrella de Belén por razones obvias no puede ser explicada con criterios científicos.

¿Y los Evangelios, inicialmente una obra judía, expurgados tras la destrucción del Segundo Templo y, finalmente, revisados de nuevo por Eusebio de Cesárea (encargo de Constantino) para el I Concilio de Nicea, a fin de presentar un texto único…?. Porque en ellos solo encontramos dos referencias al misterio, en propiedad, de la Natividad: la más completa es la versión del Evangelio atribuido a Mateo, encontrándose también algunos versículos en el Evangelio de Lucas. Mateo nos habla del nacimiento del Rey de los Judíos (causa ésta finalmente de la ejecución, política de Jesús, por orden de Roma) y de unos magos (no reyes) que venían a adorarle siguiendo una estrella…; Lucas nos pinta una imagen idílica, con los rebaños pastando por la noche en el campo cuidados por sus pastores… lo que descarta el nacimiento en invierno, apuntando a la primavera. En cuanto al contexto histórico de los textos evangélicos, se alude a: el reinado de Herodes, Cirinio gobernador de Siria y la elaboración de un censo de población en la época del emperador Augusto, quien dicho sea de paso ordenó la realización de tres censos, con criterios tributarios, en sus cuarenta años en el poder: en el 28 y el 8 antes de la Era Común y en el 14 después de la Era Común. O sea que, en todo caso, el cómputo de nuestro calendario elaborado por el monje Dionisio El Exiguo no es correcto.

Por lo demás el 25 de diciembre es una fecha claramente pagana, cristianizada (como tantas otras) más tarde, conmemorando el solsticio del invierno, el renacimiento del Sol que ha sido celebrado inmemorialmente por la humanidad asociándolo, en diferentes culturas, al nacimiento de dioses. Son los casos de Buda en Oriente, Mitra en la India, Horus en Egipto, Dionisio en Grecia y Baco en Roma. ¿Muchas casualidades, no?. La Navidad empezó a celebrarse hacia mediados del siglo IV (con el Imperio Romano, tras el Edicto de Milán, en fase de cristianización), arropada por los monjes Juan Crisóstomo y Gregorio Nacianceno, oficializándose en España en el año 380 tras ser aprobada por un concilio en Zaragoza. Otras comunidades cristianas la celebran en otras fechas: coptos y griegos la festejaban inicialmente el 8 de enero, mientras que la Iglesia Armenia sigue haciéndolo el 6 del primer mes del año. ¿Belenes y villancicos…?. Verán, datan de la Edad Media y el arbolito, por cierto, es de raigambre germana remontándose al siglo XVIII. En todo caso, ciertamente, es una fiesta entrañable. Disfrútenlas en paz con los suyos. Y sean buenos.
 

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