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OPINIÓN - SÁBADO, 27 DE DICIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN

‘Los cobardes’: carta a Fernando Sánchez Dragó

Por Bruno Navarro Rosseau- Domarget (Sargento de infantería)


El pasado día 7 de octubre se publicó en el diario ‘El Mundo’ una columna de opinión de don Fernando Sánchez Dragó, en la que escribió, refiriéndose a Sarah Palin (candidata republicana a la vicepresidencia de los Estados Unidos), que éste “no dejaría de amarla ni aunque fuese tan cobarde como los soldaditos de las fuerzas de ocupación españolas destacadas en Afganistán”.

Si esta ofensa viniera de otro me resultaría más sencillo escribir estas líneas. Pero de usted, don Fernando, precisamente de usted… No siempre he estado de acuerdo con sus afirmaciones y teorías, pero le he leído con interés y su ‘Diario de la Noche’ ha sido mi noticiero preferido. Le he aplaudido tantas veces como abucheado, siempre sabiendo que es usted mucho más inteligente y cultivado que yo. Pero esta vez…

Nos llama “fuerzas de ocupación”, lo cual no voy a rebatir aunque me disguste por considerarlo un asunto estrictamente político y perfectamente debatible: usted lo ve así y los afganos y nosotros lo vemos de otra manera. Lo más grave, lo que realmente me ha movido a escribirle, es que nos llama cobardes. Me sería muy cómodo, y es tentador, recurrir al argumento fácil de mentarle a nuestros 85 muertos en Afganistán.

Lo haría poniendo el grito en el cielo, clamando por limpiar su memoria y desbordante de santa cólera por encontrase entre ellos un amigo mío. Pero eso sería demagogia, a fin de cuentas los cobardes también mueren y siempre he dicho que alguien, por el mero hecho de morir, no se convierte en beato. También admitiré que el hecho de que no seamos unos cobardes tampoco nos convierte en héroes, ni siquiera a los que han muerto. El heroísmo es un rasgo bien grabado en los huesos de la raza española, pero para que salga a la superficie hace falta algo más que ser un héroe potencial: se necesita además estar en el lugar apropiado, en el momento oportuno y realizar un hecho de armas de extraordinaria bravura más allá del deber.

Hasta el momento, y a pesar de evidentes actos valerosos de nuestras tropas, eso no ha ocurrido aquí. La realidad, señor Dragó, es que quienes servimos en Afganistán, los vivos y los muertos, ni somos héroes ni somos cobardes. Cumplimos con nuestro deber. Que ese deber nos haya llevado y lleve a sostener combates contra los insurgentes, a sufrir emboscadas, a padecer ataques de cohetes en nuestras bases, a que caigan nuestros aviones y helicópteros o a saltar por los aires en caminos y carreteras, eso, digo, no nos convierte en héroes. Pero desde luego hay que tener muchos cojones para llamarnos cobardes.

Quiero creer que usted se refería a que la política española sobre Afganistán es de cobardes. Ahí no me meto, ya que como militar no me está permitido hablar de política en medios de comunicación. Pero si esa era su intención, hombre de Dios, ¿por qué no criticó al Gobierno? ¿O al Ministerio? ¿Por qué la tomó con aquellos que han jurado cumplir con su deber allá donde les envíen?

Nos ha calumniado, don Fernando, y lo ha hecho de forma muy cómoda porque los agraviados estamos a seis mil kilómetros de un desquite. Bueno, a algunos los tiene más cerca, a sólo dos palmos bajo tierra en los cementerios de toda España. Ah, perdón, que eso es demagogia. El caso es que ha atentado con falsedad y vileza contra lo más sagrado que tiene un militar: su honor. No le voy a denunciar, pero le invito a retractarse igual de públicamente que se expresó.

Sin embargo, si desgraciadamente insiste usted en sostener como un hecho la cobardía de los militares, sería deseable que buscara un hueco en su presumiblemente apretada agenda para que usted y yo nos encontráramos a mi regreso a la Patria. Así, después de disfrutar del sincero honor de saludarle y pedirle un autógrafo, tendría usted la oportunidad de insultarme en persona. A la cara. Valientemente. Sin cobardías.

Ah, y de “soldaditos” nada. Soldados a secas. A mucha honra.
 

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