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OPINIÓN - JUEVES, 8 DE ENERO DE 2009

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Una llamada justa y necesaria

La financiación de las comunidades autónomas ha girado y va a seguir haciéndolo, según ha asegurado hasta ahora el Gobierno de Rodríguez Zapatero, en torno a un concepto fundamental recogido en la Constitución Española: el de solidaridad. Su objetivo es, por tanto, velar por el establecimiento de un equilibrio económico adecuado y justo entre las diversas partes del territorio. En la actualidad conviven en España dos modelos de financiación regional: el foral, que se aplica a Euskadi y a la Comunidad Foral de Navarra, y el régimen común, que regula el resto de comunidades españolas con los casos especiales de la Comunidad Autónoma Canaria y las ciudades de Ceuta y Melilla, que en cualquiera de los casos son miembros de pleno derecho del mismo. A su libre albedrío, como no podía ser de otra manera, el presidente Zapatero ha establecido una ronde contacto con los presidentes autonómicos con cierta lógica de mayor a menor que tampoco ha seguido de una forma estricta. Las reuniones con los representantes autonómicos se abrieron el 20 de diciembre con el catalán, José Montilla, y el de Andalucía, Manuel Chaves, cuyos nuevos estatutos de autonomía marcan plazos y condiciones para un nuevo sistema de financiación. Dos días más tarde, fue llamada la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre. Al día siguiente, el gallego, el extremeño y el asturiano. Antes de Navidad Zapatero llamó al valenciano, Francisco Camps. Anteayer siguieron las negociaciones con los mandatarios de Castilla y León, Aragón, Murcia, y Castilla-La Mancha. Ayer, los de Cantabria, La Rioja, y Canarias. Hoy pasará por La Moncloa el presidente balear, Francesc Antich. Sólo faltarán, por tanto, los de Ceuta y Melilla. El Ejecutivo ceutí tiene toda la razón al decir que la llamada a Vivas e Imbroda no es sólo justa, sino necesaria. Y no sólo por el asunto del que se trate o por el nivel de concreción sobre los números de la financiación que se puede establecer en ella. Se trata de una cuestión de forma y de fondo, de no establecer distingos inaceptables y muy fácilmente malinterpretables.
 

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