Uno de los supuestos placeres de
los que buscan aventuras por el mar es viajar en crucero y
visitar ciudades históricas en las que recala el buque.
Personalmente creo que hacer un crucero marítimo por nuestro
mar no es lo mejor que se me podía ocurrir, además de ser
una forma inadecuada para conocer ciudades y culturas.
Nada más incierto, en un programa de crucero turístico, que
lo ofrecido en el mismo. Te atiborran de comida –mientras en
el mundo pasan hambre 1000 millones de seres humanos-, te
marean con atracciones en un supuesto intento de hacer más
llevadera la travesía y ello sólo conduce a que la hagas
como terapia de tranquilidad de cuerpo más que como
aventura.
Las horas pasan lentamente sobre las aguas
“marenostrumianas” en la mayor parte del viaje y deja a uno
inmerso en una languidez soporífera hasta que llega a la
primera ciudad de escala.
¿Qué tal la visita?... ¿Qué visita?, si ni siquiera hemos
tenido tiempo de ver las maravillas de la ciudad visitada,
todo se ha traducido a un recorrido maratoniano del que te
llevas unas cuantas instantáneas fotográficas de unas
cuantas fachadas de edificios catalogados como históricos y
poco más. Algunas fotos salen movidas por las prisas…
Vuelta al crucero, vuelta a atiborrarte de comida y vuelta a
pensar en los pobres hambrientos del mundo.
Las veladas en cubierta son inexistentes, el frío no permite
ir con alegría por las cubiertas sin techo. Los salones
están a rebosar de gente sencilla, provinente la mayoría de
pueblos y aldeas del interior, que creen estar situadas en
la cúspide de la alta sociedad cuando no tienen ni idea de
lo que hacen. A saber cuantos viajeros se han hipotecado un
poco para hacer este crucero.
Los esfuerzos de la tripulación y de los camareros están
encaminados a engatusar a los turistas al objeto de
distraerlos en referencia a las visitas programadas en las
escalas y nada más.
La verdad es que queda un cortísimo tiempo para visitar las
ciudades de la lista de escalas. Durante los siete días que
dura el viaje, 168 horas, muchas de esas horas se pierden en
los atraques; en las supuestas diversiones encima de las
aguas; en prepararse adecuadamente para asistir a las
mismas, mayoritariamente bailes de salón; en atender las
explicaciones de los mandamases del crucero; en atiborrarse
de comida hasta casi reventar… Para visitar las ciudades
apenas dispones de 20 horas, que se pierden entre autocares
y recorridos sin tino.
Lo peor de todo esto fue la suspensión de dos visitas a
ciudades muy interesantes, Mikonos una de ellas, con la
excusa de que por razones técnicas ello no era posible.
Bien, ya sabía que me encontraría con algo de todo eso. No
ignoraba que la tomadura de pelo de estos cruceros sería
mayúscula… pero nadie desdeña una invitación por una vez en
la vida. Aunque esa invitación sea para entrar en la cámara
de torturas estomacales. Siempre se aprende.
No digo que no se hagan esos cruceros sino que nunca más
volveré a hacerlos. Aunque me inviten por todo lo alto.
Desde luego que nos venden los huevos pero no la gallina.
De pasada, en la mayoría de las veladas en la que se forman
corros de tertulias, las noticias más comentadas son dos: la
salida de Aznar y la matanza de palestinos. Bajo la atenta
mirada de un oficial del buque, se discutió un poco sobre
las palabras racistas del ex presidente del Gobierno en
referencia a la elección del nuevo presidente de EE.UU. Nos
enzarzamos en los pros y los contras de esa declaración.
Visto lo visto, Aznar no podía caer tan bajo como está
demostrando y lo de la FAES ya resulta ser una cosa a
estudiar profundamente… tiene las mismas características del
embrión de un partido fascista, de un supuesto partido
totalmente antidemocrático que nos trae al recuerdo aquellas
actitudes de los falangistas antes de la guerra española.
Ojo al dato, aunque para algunos ceutíes son cosas que les
alegran las pajarillas.
Para terminar este crucero escrito y vivido, no echaré de
menos la imposición de dar propinas a los tripulantes y
camareros, colocados marcialmente en el corredor de salida,
con las ávidas palmas de las manos extendidas como
impidiendo el paso si no se pagaba el tributo exigido…
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