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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 14 DE ENERO DE 2009

 

OPINIÓN / SNIPER

El Cristo de Escohotado
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

El pasado mes de diciembre, la prestigiosa editorial Espasa daba a la luz una interesante obra del filósofo Antonio Escotado, “Los enemigos del comercio”, en el que el incisivo y acreditado autor daba un repaso a lo largo de sus 600 paginas a la colusión histórica entre Economía, Religión y Filosofía, aportando provocadoras claves: “El comercio me parece civilizado, aunque sea hortera y ladrón. SI la humanidad opta por el comercio opta por la paz, aunque también lo sea por la mediocridad y el engaño”. En su libro, Escohotado aborda el fenómeno de aquella secta judía que alteró la quietud ideológica del poderoso Imperio Romano levantando la bandera del “pobrismo”, volviendo el autor a lanzar el aguijón viniendo a definir a Cristo como el primer comunista: “Que me digan si Marx o Lenin le han puesto una coma al sentimiento clásico de los Evangelios”. Tesis que, como veremos, no es nueva.

Escohotado no hace sino reinterpretar a Nietzsche y su “moral de esclavos”, en referencia al Cristianismo populista, haciendo también suyas las tesis ya lanzadas por el reputado ensayista e historiador anglosajón Arnold J. Toynbee, quien consideraba como síntomas de la decadencia de una sociedad, en este caso el Imperio Romano del siglo IV en un análisis de rabiosa actualidad y atractivamente extrapolable, la presión conjunta de dos proletariados: uno externo, representado por las presiones migratorias de los pueblos “bárbaros” y otro interno, incardinado por las distintas religiones presentes en la sociedad romana al margen de los cultos oficiales, de las que el Cristianismo (incorporado finalmente –y con carácter exclusivista- al panteón del Estado por Constantino El Grande, tras el Edicto de Milán y el infumable y apañado Concilio de Nicea) fue paradigma antes de limársele sus rasgos mesiánicos y subversivos. Ya en 1921, Ch. Guignebert adelantaba la semejanza del cristianismo con el anarquismo (“El Cristianismo antiguo”, edición del FCE de México, reimpresión de 1983, págs. 165 y ss): “El Estado casi no advirtió el peligro social que parecía encerrar el Cristianismo hasta el transcurso del siglo III; pero empezó a juzgarlo como una especie de anarquismo”. El alemán Karl Kautsky, en sus “Orígenes y Fundamentos del Cristianismo” (el volumen que manejo está publicado por la Editorial Latina, si bien la obra fue rematada en el Berlín de 1908), no dudaba en escribir que “El cristianismo es, por supuesto, en su origen un movimiento de los pobres como el socialismo y ambos tienen, por consiguiente, muchos elementos en común…” (pág. 420). Más recientemente, Gonzalo Puente Ojea (“La formación del cristianismo como fenómeno ideológico”, Siglo XXI, Madrid 1974) describía, magistralmente, el paso del cristianismo como una secta judía insurgente a un movimiento ideológico, en el seno del Imperio Romano, conservador y conformista. Una interesante inflexión sobre la que meditar.

Engels, en su introducción escrita en 1895 a la famosa obra de Marx sobre “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, comentaba: “Hace casi mil seiscientos años operaba en el Imperio Romano un peligroso partido revolucionario (…) carecía de patria, era internacional; se propagó (…) aun más allá de los límites del Imperio”. A mí esta descripción me suena vagamente familiar, aunque naturalmente cambiando los actores. ¿No les parece?.
 

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