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OPINIÓN - DOMINGO, 18 DE ENERO DE 2009

 
ANÁLISIS

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES. 12


El día está crudo. Ello se nota en que la gente transita con rapidez. Junto a la iglesia de San Francisco me topo con alguien a quien hacía ya su tiempo que no veía. Y me cuenta su problema: se ha quedado parado. Y a mí se me encoge el alma. No sé qué decirle ni cómo animarle. Porque quedarse sin trabajo es algo muy serio. No es la primera vez que he escrito del desasosiego psicólogico del parado. Por haberlo vivido en mis propias carnes. Más allá de la inquietud material, el hombre privado de trabajo experimenta angustia. Y no sólo culpa a quienes le han arrebatado la posibilidad de ganarse la vida, sino que también duda de sí mismo, de su capacidad. Un hombre sin trabajo va de un lado a otro de la casa como un perro abandonado. Un varón sin trabajo se siente casi emasculado. En fin, que mientras pensaba en ello, la persona que tenía enfrente me pidió que le avisara si me enteraba de algún empleo que pudieran ofrecerle. Y, claro, tengo la petición metida entre ceja y ceja. Pero mi forma de ser me impide recurrir a quienes, incluso estando tan mal la situación laboral, podrían echarle un cable a mi conocido.

MARTES. 13


Hallo a María Elena Torregrosa y nos paramos a charlar. Y lo primero que me dice es que no le riña por su comportamiento en el hotel Tryp, cuando finalizó el Congreso de los socialistas y salió elegido José Antonio Carracao, secretario general. Debido a que no nos hemos visto hasta ahora. Y, además, me cuenta que lo que escribí sobre ella, en su momento, no le sentó mal. Que supo digerirlo perfectamente. María Elena es la esposa de Basilio Fernández, ex presidente de la Ciudad, y mujer a la que siempre distinguí por su saber estar. Lo cual no fue óbice para que no me gustara su forma de actuar, aquel día, y así lo hiciera público con el respeto que ella merece. María Elena aprovecha la ocasión, faltaría más, para enterarme de las razones que tuvo para perder los nervios. Y a mí sólo me cabe escuchar atentamente sus explicaciones y ponerme en su lugar. Pero, dejando a un lado lo concerniente a una situación que aún me resulta embarazosa, lo mejor es que hoy puedo destacar la forma, no exenta de afecto, con que se ha dirigido a mí María Elena. Pese a que la critiqué en su día. Verdad es que con el debido respeto y educación; pero criticada, a fin de cuentas. Menudo ejemplo...

MIÉRCOLES. 14


La última vez que coincidí con Fernando Tesón, presidente de la Sala Sexta de la Audiencia Provincial en Ceuta, fue durante el acto celebrado en la Delegación del Gobierno, motivado por la entrega de la Medalla al Mérito en el Trabajo, en su categoría de plata, a mi también estimado Clemente Cerdeira de la Torre. Así que hace ya la tira de tiempo que no he tenido la oportunidad de pegar la hebra con él. Y hoy, cuando pasaba por delante del edificio donde la Justicia tiene su sede, decidí hacerle una visita por si acaso el magistrado podía recibirme. Pero mi gozo en un pozo. Me dijeron que estaba disfrutando de su día libre. Pero volveré a intentarlo, cualquier otro día. Y es que Fernando Tesón, a quien conozco desde hace ya muchos años, es persona con la que uno disfruta conversando. De hablar pausado, amigo de sus amigos, lleva muchos años ejerciendo un cargo complicado, en una ciudad compleja, y dando muestras inequívocas de grandeza en muchos aspectos. Amable, de trato sencillo y familiar con cuantas personas se acercan a él, Fernando se ha ganado el afecto de mucha gente. Y qué decir del mío...

JUEVES. 15


Con Manolo Gómez Hoyo, director gerente de Acemsa, mantengo yo una relación cordial. De ahí que suela hablar con él de manera amistosa y franca. Pasada la hora vaga de mediodía nos encontramos y no tenemos el menor inconveniente en ponernos a charlar. Y lo hacemos durante unos minutos. Los suficientes para intercambiar impresiones y, de paso, regalarnos el oído. En esta ocasión, le saco a relucir la amabilidad que derrocha María, la esposa de Francisco Paris, y madrina de la niña de Manolo. A María la conocí un día, de no hace mucho, cuando su marido y yo conversábamos en la sala de estar del hotel Tryp. Y, desde entonces, allá donde me ve se muestra amable. Lo cual, como tú bien sabes, Manolo, cuesta menos trabajo que ser desagradable y, encima, tiene premio. Hay mujeres que con su saber estar ayudan lo indecible a sus maridos. A Gómez Hoyo le agrada sobremanera lo que le estoy diciendo. Pero no le queda más remedio que apurar su bebida y salir pitando hacia la Casa Grande. Y es así por ser un hombre atareado y responsable...

VIERNES. 16


No hace mucho me percaté de que en ciertas reuniones frecuentadas por mí había una persona que me trataba como si me conociera de toda la vida. Me llamaba por mi nombre, me daba mi sitio, y hasta rezumaba amabilidad por todos los poros de su cuerpo. Y, sin embargo, no sé por qué razón, dado que nadie me lo presentaba, no hice lo que suelo hacer en casos semejantes: presentarme yo y todo arreglado. Eso sí, el no saber con quién hablaba no me supuso ningún freno a la hora de expresarme. Un día salió a relucir el nombre de Juan Vivas, cómo no, y opiné sobre él, mientras otro contertulio trataba por todos los medios de llamar mi atención para evitar que me pronunciara de manera inoportuna delante de quien, inmediatamente, me fue presentado como familiar del presidente de la Ciudad. Me estoy refiriendo a Benjamín Álvarez. Que me dijo ser, además, vicesecretario de Organización y Electoral del Partido Popular. O sea, que forma parte del equipo directivo que preside Pedro Gordillo. Pues bien, a partir de entonces seguí hablando con Benjamín, como hoy, con la tranquilidad suficiente como para decirle, sin tapujos, lo que pienso acerca no sólo de su cuñado sino de cualquier otra persona. A mi edad, tenerle miedo al miedo es mortal de necesidad. Pero es que Benjamín Álvarez me cae más que bien. ¿Pasa algo?...

SÁBADO. 17


A José María Valero lo conocí yo por medio de Guillermo Valero, paisano mío, cuando el primero trabajaba en el recién inaugurado Hotel La Muralla. Dos años más tarde me lo encontré en el Hostal La Murta, que estaba situado junto al campo del Olímpico de Játiva. Era el árbitro designado para dirigir el partido entre el equipo de la tierra y el Ibiza, del cual era yo entrenador. Nuestras buenas relaciones se vieron aumentadas cuando en la temporada 82-83 la Agrupación Deportiva Ceuta decidió requerir mis servicios. Y nunca jamás volvieron a decaer. Puesto que las seguimos alimentando, dado que éramos vecinos desde hacía ya varios años. De modo que cada día amén de saludarnos nos parábamos a intercambiar impresiones. Lo que hemos venido haciendo hasta poco antes de que me dieran la noticia de su fallecimiento. José María me distinguió siempre con su amistad. Y me consta que mi nombre, cuando salía a relucir en cualquier conversación, era tenido en bastante consideración por él. He sentido mucho lo suyo. Y también el no haber podido darle el último adiós.
 

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