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OPINIÓN - JUEVES, 22 DE ENERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Manuel Blasco
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

En ocasiones, allá en los tiempos de Maricastaña, cuando la vida de la ciudad transcurría por cauces bien distintos, Manolo y yo éramos capaces de estar en desacuerdo con ciertas situaciones sin perder la compostura. Nos gustaba la noche y la vivíamos de manera diferente. Pero jamás tuvimos ningún contratiempo.

Ahora, cada dos por tres, nos sentamos en cualquier cafetería para charlar. Y, dada la antigüedad de nuestras relaciones, no podemos permitirnos el lujo de echarnos un pegote. Así que sin haber habido acuerdo al respecto, nos guardamos muy bien de jugar de farol durante la cháchara que sostenemos en nuestros encuentros.

Un día, de hace ya bastantes años, en momentos económicos difíciles para mí, acudí al comercio del cual era Manolo Blasco propietario, a fin de venderle publicidad; y a pesar de que no la necesitaba, no dudó lo más mínimo en contratármela. Aquel detalle sigue alojado en el más destacado anaquel de la alacena de mi memoria.

No ha mucho Manolo pasó por un mal trance y lo superó con creces. Y lo hizo con un silencio espartano. Hasta el punto de que cuando pude enterarme del arrechucho suyo ya había pasado lo gordo. Y decidimos celebrarlo con la sencillez que su convalecencia requería. Prescindiendo, como debe ser, de recrearnos en la suerte de su dolencia.

Y, como todo en esta vida es cuestión de impresiones, a partir de ese momento mi afecto por Manolo Blasco aumentó en la medida que me hice a la idea de tener ante mí a alguien con más valores de los que dejaba entrever. Lo cual, en cierto modo, me condiciona a la hora de juzgarlo como persona perteneciente al Partido Popular. Aunque no me ciega el conocimiento: por ello sé que muchos son en el partido los que no pueden ver a Blasco ni en pintura. Por haber dado pruebas evidentes de lealtad a Pedro Gordillo.

Esa actitud, de firmeza incuestionable, trabajando siempre a favor de la candidatura del Presidente del partido, lo ha puesto en el punto de mira de quienes lo consideran urdidor de una trama que impide el progreso de cualquier movimiento que surja con el fin de acabar con la primacía del ya referido Gordillo. Lo que no impide que sus enemigos más acérrimos le reconozcan a MB que su trabajo, ellos le llaman de fontanería, es fundamental y que sin él ellos habrían tenido más suerte en los momentos decisivos. Es decir, cuando trataban de hacerse con el poder absoluto.

Yo no sé el tiempo que lleva Manolo militando en las filas del partido que viene ganando elecciones por mayoría absoluta, pero una cosa parece clara como los chorros del oro: cuando la línea marcada por los gerifaltes que unidos están consiguiendo mantener al partido en posiciones de privilegios se ve acosada, dicen que Blasco es capaz de hacer virguerías con el teléfono portátil.

O sea, cuando ese teléfono toca a rebato acuden presurosos todos los militantes de la fuerza encargada de evitar que se produzcan cambios indeseados. Una labor de interioridades de partido sólo apreciable por los líderes ganadores y por los perdedores. Porque éstos darían cualquier cosa con tal de ganarse la voluntad de Blasco.

A mí me interesa más la amistad del Manolo de antaño. Que es la que trato de mantener. Y no de quien es capaz de andar por la sentina del poder como Pedro por su casa.
 

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