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					Ve en cada amanecer y cada atardecer una esperanza para 
					poder establecerse legalmente en España. Una ilusión y una 
					luz que poco a poco se va napagando cuando después de un año 
					y medio en la ciudad nadie le asegura, pero tampoco le niega 
					que pueda ser un español más, con inquietudes, expectativas 
					de futuro y ganas de empezar una nueva vida. 
					 
					Gabriel lleva casi 24 meses viviendo en el Centro de 
					Estancia Temporal para Inmigrantes ya que por motivos 
					laborales y personales tuvo que abandonar su hogar y a su 
					familia que continuan en la República Democrática del Congo. 
					Sin conseguir reglar su situación, de momento ilegal en 
					nuestro país, Gabriel confesaba estar cansado de deambular 
					por la ciudad, sin tener nada que hacer, sin un horario en 
					el que mantenerse ocupado y por ello, decidió visitar las 
					instalaciones de Cruz Roja e informarse de si podía 
					colaborar, trabajar o ayudar en alguna de sus iniciativas.
					 
					 
					“Vine buscando información y las posibilidades de hacer 
					algo. Me dijeron que había una opción trabajando como 
					voluntario, y hablando con una responsable de la entidad, me 
					explicó lo que podía llevar a cabo. Hice la formación básica 
					social y ahora estoy como voluntario en el programa de 
					teleasistencia”, explicaba. 
					 
					Este servicio proporciona a las personas mayores o con 
					discapacidad, la posibilidad de poder contactar de forma 
					inmediata, a través de un equipamiento telefónico e 
					informático, con una central de asistencia que funciona las 
					24 horas del día y donde el personal de Cruz Roja moviliza 
					recursos para dar solución a situaciones de emergencia como 
					crisis de angustia o soledad, cañídas, accidentes 
					domésticos, etc. Los usuarios de este proyecto son apoyados 
					por voluntarios y el servicio se complementa con agendas 
					personalizadas y un seguimiento continuado. Labores que 
					Gabriel realiza en su profesión como electricista y técnico 
					que coloca, repara y controla los dispositivos 
					indispensables para el momento de auxilio.  
					 
					“Yo instalo el dispositivo que comunica a una persona cuando 
					está en problemas. Además, visito las casas para controlar 
					que todo funciona bien. Es un beneficio para mi, ya que es 
					una experiencia laboral y me siento bien porque es una 
					motivación; tengo un trabajo y estoy cómodo. Aunque por otro 
					lado también me encuentro mal ya que necesito la residencia. 
					Llevo mucho tiempo aquí y sigo sin papeles”, confesaba. 
					 
					Gabriel se desplaza todas las mañanas desde el CETI hasta la 
					sede de Cruz Roja en la avenida Marina Española. De lunes a 
					viernes, su jornada de trabajo consta de tres horas en las 
					que desempeña diferentes funciones; desde la instalación del 
					dispositivo de teleasistencia hasta la reparación y el 
					seguimiento de los equipos en diferentes domicilios. ”Cuando 
					llaman para solicitar el servicio, voy acompañado de otros 
					voluntarios que me llevan. En ese contacto directo con las 
					personas, también tengo beneficios como es el aprender el 
					idioma, el español, porque yo hablo francés. Con las 
					personas mayores, se aprende muchísimo”, expresaba. 
					 
					Gabriel se ha convertido en el primer inmigrante en Ceuta 
					que trabaja como voluntario para Cruz Roja; un hecho muy 
					cotidiano en otras autonomías españolas pero en la ciudad 
					excepcional. ¿La razón?. Los inmigrantes del resto de España 
					terminan ubicándose, estableciéndose en cualquier Comunidad 
					Autonóma y como el resto de las personas, se involucran en 
					las acciones humanitarias de esta institución. Sin embargo, 
					en la ciudad se plantea una cuestión específica como es el 
					esperar la documentación para poder marcharse; entonces 
					permanecen en esta tierra pero sin continuidad, hasta que 
					tienen los papeles. 
					 
					Mientras espera que su situación se regularice, Gabriel 
					opina que el trabajar en Cruz Roja permite “relacionarte, 
					hablar, cambiar opiniones e ideas con otras personas. 
					Además, al no tener residencia, no puedo trabajar en otro 
					sitio”. Y quizás lo mejor sea la esperanza que transmite al 
					resto de sus compañeros ya que confía en que, en un futuro 
					muy cercano, le den esos papeles que tanto ansía. 
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