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OPINIÓN - JUEVES, 29 DE ENERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Sindicalista amnésico
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hay personas que carecen de memoria, tal vez para evitarse remordimientos por las malas acciones cometidas. Pero los desmemoriados deberían cuidarse mucho de hablar a tontas y a locas a fin de que no se les recuerden las injusticias que hayan podido cometer en su día.

José Antonio López, representante de la Policía Local en Comisiones Obreras, más que falto de memoria tengo la impresión de que padece amnesia. De lo contrario, se hubiera guardado muy bien de opinar de la manera que lo ha hecho, en el asunto ya tan manido del subdirector del área de Menores, Luis María Fernández.

José Antonio López ha manifestado, entre otras cosas, que la situación es vergonzosa. “Que este personaje, refiriéndose a LMF, se haya comportado así, encima siendo político y, para más de Menores...”. Estamos, continúa el tal López, ante un cargo político, con un sueldo bien pagado, que se ha comportado de esta manera, que ha actuado así ante la Policía y que no tiene sanción. Nos deja a la altura del betún. Y se lamenta de que no haya habido un coste político. Lo cual califica de despropósito...

De momento, le damos al tal López un cero por no saber construir ni siquiera una frase. Cómo se las apañaría en su tiempo, cuando trabajaba, para redactar una multa. Me lo imagino... Aunque lo que viene a continuación no es producto de la imaginación sino de una realidad vivida.

José Antonio López, sindicalista él, formó parte de un trío que una tarde, la del 24 de diciembre de 1997, asaltó en plena calle a una persona, porque sí, y a punto estuvieron los tres de malograrla para toda la vida. Esa persona, cuando estaba tirada en el suelo a merced de las patadas de tres funcionarios que no vestían uniforme, pensó muy pronto en aquel otro hombre que había aparecido muerto en los alrededores de la Estación Marítima. Y un miedo enorme le recorrió todo el cuerpo.

Esa persona estuvo durante años clamando justicia. Llamando a todas las puertas. Y sólo hallaba palabras destinadas a decirle que lo mejor era que olvidase lo ocurrido y a otra cosa, mariposa. Pero el agredido, el hombre vejado y maltratado, con lesiones físicas que le dejaron secuelas, y las lesiones morales que aún están afincadas en sitio principal, no cedió ante nadie. Y, arriesgando lo imposible, tuvo la suerte, la enorme suerte, de contar con un buen abogado y, sobre todo, con un tribunal que supo hacer su trabajo. Lo cual no siempre es posible, por causas varias.

José Antonio López, que formaba parte de aquel trío de funcionarios, fue condenado. Y gracias a la benevolencia de la víctima, no se insistió en juzgar algo que se conoce por falsedad de documento público. Porque nunca se supo quién era el médico que había firmado unos partes de lesiones. Lo cual, con ser de tanta gravedad, no fue lo peor.

Lo peor sucedió el día del juicio. La víctima estaba en los pasillos de la Audiencia en compañía de su abogado y de su único testigo. Mientras que los funcionarios se vieron arropados por muchísimos sindicalistas, llegados en tropel, y a cuyo frente iba José Antonio Alarcón. Lo que suelen hacer siempre para intimidar. Por tanto, aunque sé que en la Policía Local hay profesionales extraordinarios, muchos, sería absurdo no decirle a López que padece amnesia.
 

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