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OPINIÓN - SÁBADO, 31 DE ENERO DE 2009

 

OPINIÓN / SNIPER

Esta noche, la libertad
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

En 1975 dos reputados periodistas de fino olfato, el francés Dominique Lapierre y el norteamericano Larry Collins (autores de obras como “¿Arde París?” y “Oh, Jerusalén”), sacaban a la luz una documentada obra sobre la Independencia de la India en 1947 y la creación de un nuevo estado, Pakistán. La naciente India englobó entonces 328 millones de personas, 33 de ellas de confesión musulmana; en el nuevo Pakistán se concentraban 82 millones de musulmanes, divididos en el Pakistán occidental (limítrofe con Afganistán) y el Pakistán oriental. Luego vendría el desastre humanitario de Bangladesh y, hasta hoy, el contencioso de Cachemira. Tocaba a su fin “La perla de la Corona”, cuya difícil singladura última fue pilotada por un hombre de una inteligencia y un talante excepcional, el almirante Mountbatten, quien sería años más tarde asesinado al ser volada su embarcación de recreo por los terroristas católicos del IRA. En los anales de la historia quedaron para siempre aquellas palabras, paternales pero colonialistas, que Rudyard Kipling escribió en 1889: “Por algún impenetrable designio de la Providencia, la misión de gobernar la India ha sido depositada sobre los hombros de la raza inglesa”.

Desde 1947 la Península del Indostán no ha dejado de ser azotada por los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, incluso el mismo año de la independencia en el que India y Pakistán se enfrentaban militarmente durante dos años por la cuestión de Cachemira, volviendo a estallar las hostilidades en 1965; en 1971 los dos países medían otra vez sus fuerzas en esta ocasión por el contencioso de Pakistán Oriental, que logra secesionarse con el nombre de Bangladesh, sufriendo un primer golpe de estado en 1975 tras el asesinato de su Primer Ministro, Muhibur Rahman. En 1950 se promulgaba la Constitución de la República de la Unión India y, en 1956, se proclamaba la República Islámica de Pakistán. Ambos países son hoy potencias nucleares (la India desde 1974, merced a un pequeño reactor civil suministrado por Canadá) y las fronteras no dejan de bullir con soldados y equipamientos. El último y reciente atentado del terrorismo islamista en Bombay, a punto estuvo de provocar un nuevo enfrentamiento bélico. Por no hablar de la problemática situación en Afganistán, en buena parte “Protectorado” pakistaní…, o las tensiones de ambos con la poderosa y expansionista China, con la que la India llegó finalmente a entrar en guerra 1962.

Ayer a las 13.30, la comunidad hindú de Ceuta conmemoraba el asesinato de Gandhi en 1948, abatido con tres balas de revólver por Nathuram Godsé, un extremista de su propia raza y religión que fue finalmente ahorcado. Ando estos días perreando por el Marruecos Oriental; en los alrededores de Taza luce un día magnífico y, desde la distancia, sirvan estas líneas de simpatía para con mis amistades hindúes con las que, un año más, no he podido reunirme en esta señalada fecha para recordar al Mahatma, cuya obra y pensamiento tuve ocasión de conocer hace muchos años en la persona de uno de sus discípulos occidentales, Lanza del Vasto. Y al lector interesado en la visión de un reciente pasado que le explique, razonablemente, los entresijos del presente y las raíces de la tensión indo-paquistaní, que busque un tiempo para leer y rumiar la solvente obra que encabeza el titular de esta columna. ¡Nemasté!.
 

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