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OPINIÓN - VIERNES, 6 DE FEBRERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Gregorio García Castañeda
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Procede de ese movimiento vecinal que fue, junto al movimiento obrero, uno de los principales movimientos sociales de base de la transición. Habitante de barrio, que bien pronto comenzó a interesarse por los asuntos que le concernían a su territorio, uno tiene la impresión de que Gregorio aún vestía pantalón corto cuando decidió convertirse en cabecilla de las reivindicaciones del lugar donde vivía.

A García Castañeda lo visité yo varias veces cuando estaba al frente de una pequeña tienda de comestibles, sita en la periferia, y debo decir que siempre me atendió con suma amabilidad y que nunca dudó a la hora de contestarme a las preguntas que le hice. De su paso por la Federación de Asociaciones de Vecinos de Ceuta, poco se puede decir que no se haya dicho ya. Creo que lo ha sido todo y que todos los miembros de este organismo no dudan a la hora de consultarle cualesquiera problemas que vayan surgiendo.

Ha sido siempre así, desde tiempo ha, y no creo que haya motivos para que esas relaciones se interrumpan, por un quítame allá esas pajas. Y mucho menos si consideramos que Gregorio ocupa un cargo que, a la chita callando, está repleto de tentáculos poderosos. Y que él, como viceconsejero de Equipamientos Urbanos, sabe usarlos divinamente.

Tampoco conviene olvidar su veteranía como político: pues lleva un montón de años ejerciendo esa actividad. Y se ha preocupado, además, de conocer todos los entresijos de la Casa Grande; es decir, del Ayuntamiento. De manera que circula por los despachos con tan grande bagaje de conocimientos que le permite no perder el mínimo de tiempo cuando se trata de agilizar cualquier trámite correspondiente a su tarea.

Si a lo ya reseñado le unimos las magníficas relaciones que mantiene con casi todos los funcionarios, pues miel sobre hojuelas. Pero todas esas ventajas de las que se aprovecha este viceconsejero, al frente de las dotaciones básicas de la ciudad, las ha adquirido mediante el esfuerzo diario, la constancia en el trabajo y el deseo permanente de saber cada día más acerca de cuanto corresponde a sus obligaciones.

Se preguntarán ustedes a qué viene en estos momentos el que yo destaque los méritos de Gregorio García Castañeda, cuando lleva tantísimos años haciendo lo mismo y obteniendo los mejores resultados. Por una razón muy sencilla: porque jamás su nombre apareció reflejado en esta columna. Y creo que era un olvido imperdonable. Por más que me exponga a que el viceconsejero termine exclamando, y no sin razón, lo de “A buenas horas mangas verdes”.

En fin, que nunca es tarde... Y en este caso, debido al trabajo bien hecho de este político, curtido en labores oscuras, me sentía obligado a dedicarle estas líneas. Sí: ya sé que los elogios destinados a Gregorio harán posible que sus enemigos, que los tiene, al igual que cada quisque, acumulen bilis suficiente para poner en duda cuanto he referido. Y hasta dirán que en vez de regalarle tantos ditirambos, más me valdría cerciorarme de si un viceconsejero tan poderoso, lo cual no se puede negar, tiene a alguien por encima capaz de controlarle. Pero hoy toca lo que toca. Y a otra cosa, mariposa.
 

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