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OPINIÓN - VIERNES, 6 DE FEBRERO DE 2009

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

A Fernando Goméz

Por Mª Jesús Fuentes


Te has ido, Fernando. Te has ido tal vez porque la caverna negra tiró de ti y te hipnotizó con la tentadora gruta de los sueños o tal vez porque la dama del alba desplegó sus envenenados encantos para seducirte o trastocar la selección del elegido.

O tal vez te has ido porque el camino se volvió oscuro y te enredó la hiedra entre las infranqueables paredes del foso desbordado.

Para serte sincera, como te decía algunas veces, no me importa. No me importa el motivo. Me importa la consecuencia: este dolor.

Este dolor profundo que discurre errático y furtivo arrastrando rastrojos y recuerdos. Este dolor de río salvaje, casi perpendicular, que saquea y derriba hasta revolver o derrumbar y desconcierta y acosa convertido en dueño…Este dolor imposible de controlar.

No me asalta como desconocido, que la tragedia es cíclica e insistente, pero me invade por poderoso y desgarra las entrañas como una zarpa afanada en su labor.

… Y sólo han transcurrido tres días. No sé si me parecen tres años o tres milenios. Se paró el tiempo con la última llamada; se quedó todo el pasado con tu nombre y se extendió la gruesa alfombra de la Fortuna levantando con un resorte tu imagen en variadas estampas: profesor especial, Jefe de Estudios irremplazable, camarada insustituible. Caben todas, la de genial dibujante, la de leal compañero, la de divertido comensal.

Algunas facetas tuyas eran conocidas, tan evidentes… Otras, intuibles apenas, como la de agudo escritor. Las más, se transmitían en el trato afable, sereno, afectivo, sin descubrirse en su dimensión o abundancia, pero se escondían en el turbulento fondo que define la vida de los artistas, la doble vida de los artistas. Hay que esconder tanta sensibilidad, hay que ocultar la carne viva, la irrigación sanguínea, el magma fermentando la impresión.

Hay que hacerlo y me sumo a la obligación.

Las horas se dilatan desde el beso en la frente que te prometí en el mensaje que ya no leíste y a partir de hoy todo es mañana.

La buena intención demandará de mí una sonrisa; el disimulo sólo requiere un poco de práctica.

Pero sabe, amigo mío, que la empañada alma que interseccionaba con la tuya guarda intactas las tinieblas que enraizaban en el viento cuando conversábamos y que, aunque eche doble llave en el candado con que cierro la parte del corazón donde guardo los fragmentos que quedan cuando se rompe, no pienso desprenderme de ellos, ni recomponerlos para que representen otra cosa.

Ahí estás tú y los añicos que me convierten en ti y en lo que fuiste.

Y como fuiste un hombre maravilloso y admirable, algunas noches de luna vándala me asomaré a los restos guarecidos para mirarte y contemplarte. Para sentirte próximo en tus pedazos, negándome a olvidarte.

A partir de mañana, las secuelas, fingidas, pero el latido, fuerte, mantendrá vivo tu latido.

Y merecerá la pena.
 

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