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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 11 DE FEBRERO DE 2009

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

El “clamor” popular
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

En épocas anteriores –no tan lejanas- los padres delegaban en los maestros la principal responsabilidad en la formación de sus hijos. Pero, conviene recordar, que en sociedades más rígidas y autoritarias esta delegación iba acompañada de la autorización y del respaldo absoluto, hasta el extremo de que en el hogar eran apoyadas todas las decisiones escolares por arbitrarias que estas fueran. Hoy la tendencia se ha invertido, de tal manera que los padres ejercen un papel inquisidor e incluso opositor muy por encima de los legítimos derechos que les asisten.

Les digo, les cuento y líbreme el Hacedor de mentir, que los politicastros que nos gobiernan o los que se oponen desde los bancos de enfrente, suelen ser muy sensibles a eso que se ha dado en llamar el “clamor” popular. Que es cuando el pueblo soberano se satura y sobreactúa en plan manifestaciones y protestas o acude a los platós de las televisiones buscando una justicia que, de otra manera, no van a obtener, ni a oler, ni a palpar. Y es que, realmente, los españoles estamos muy solos, no diré que desvalidos porque valemos de sobra, ni desprotegidos, porque nos las ingeniamos con el ADN de la picaresca y los testiculillos de Lázaro de Tormes.

¿Ha habido “clamor” popular cuando el aguerrido Garzoneti a empitonado a políticos del PP y ha comenzado para ellos ese paseíllo por los calabozos que tanto aplaudían con ademán virtuoso cuando tocaba a otros? Pues no. La verdad. Como ciudadana me importa un higo chumbo y un cuarto de chanquetes que empapelen a todos los populares del panorama nacional, si es por causa de trajines y exactamente me importa una boñiga de cabra de Gredos el que enchiqueren a todos los socialistas que vayan de listillos. Las causas urbanísticas, las recalificaciones escabrosas, los PGOUs, los tráficos de influencias que existen desde que el mundo es mundo, los lindes misteriosos que aparecen y desaparecen como los ojos del Guadiana, los comecocos de los delitos económicos o los mindundeos de los delitos contra la ordenación del territorio, ni representan peligro de muerte, ni de ruina acuciante, ni de vivir con el alma en vilo cada vez que un hijo o una hija se arrima al ordenador porque, los pederastas, andan acechando. Esos delitos mierdosos, esas corruptelas entre privilegiados no me afectan. Paso.

Me afecta el que sigan calificando de simple “hurto” el despojo a una jubilada de los cuarenta eurillos que guardaba como oro en paño para acabar el mes; me como las túrdigas cuando repiten los reportajes de los ladrones y carteristas extranjeros que acuden a España a dar por culo impunemente, entrando y saliendo de las comisarías y sin que el Ministro del Interior adopte la iniciativa de repatriar automáticamente a sus países a todos los vagos, sinvergüenzas, delincuentes y maleantes y de paso pedir responsabilidad civil subsidiaria a los embajadores por los delitos cometidos en España por sus nacionales.

Leyes tibias contra el robo, eso sí, si para robarte te meten una puñalá ya es más serio y mejor que no te revuelvas porque nuestros obtusos políticos andan demasiado ocupados en mutuas y necias descalificaciones como para sentarse a pergueñar, con dos cojones, una ley que ampare a todos los niveles y sin límites, la legítima defensa, que es el instrumento único de los buenos contra los malos. Ponen los puntos a los peperos en la Audiencia Nacional y a servidora le entra la risilla porque recuerdo el arrebato de virtuosidad que acometió a la alcaldesa de Marbella, esa que ahora se bandea malamente anunciando querellas contra todo quisque, que apuesten que nunca interpondrá, por prudencia, el ataque de ética cuando se empecinó en meter en la cárcel al Enemigo Público Número Uno, Juan Antonio Roca, símbolo del satanismo más abyecto. Pero que malamente pudo llevarse los dineros de unas arcas cuya llave poseía en exclusiva el descansado Jesús Gil, que para eso era el alcalde y mandaba. Pero demonizar a un padre de familia que no mata, porque no va con la cosa del terrorismo y lincharle, sale gratis. Alterar lindes y que los socialistas arremetan sale menos gratis, una se puede desmelenar las mechas denunciando oscuras tramas y el Rajoy, con su barba raída puede mostrarse circunspecto cuando ve enganchar a los suyos. Será porque televisar en directo la detención de la Pantoja causa un íntimo gozo y un cierto morbo, pero ver sacar de los furgones a los aburridos peperos ni da morbo ni da nada. Es un muermo. Yo paso de esos redentoristas compulsivos que siempre han tratado de ir de salvapatrias un pueblo y tres comunidades autónomas, exceptuando las de Ceuta y Melilla que tienen gobiernos fetén.

¿”Clamor”? Sí, en el alma, ante jubilados de aspecto tímido que esperan, con pesar, en la puerta de los supermercados con sus pequeñas listas manuscritas y entonces llega un engancháo o un rumano y les dan las listas y se ponen a pasear por la acera, entre tristes y despistados, hasta que sale el therminator de las estanterías con los artículos del pedido ocultos entre la ropa para vendérselos al viejo o a la vieja a mitad de precio. Esa debe ser la economía sumergida porque, los ladrones, llegan a sacarse los cartones de leche de los calzoncillos y los paquetes de pan bimbo sin corteza, del sobaco, sumergidos los artículos lo están. No así la vergüenza y la ética de los políticos que, como no existe, no se puede sumergir. Y ante esta pena honda, ante esta España que padece fatigas y hambruna ¿Qué coño me importa que la alcaldesa de Marbella se revuelva como una fiera porque en las nuevas lindes “casualmente” se encuentren sus patrimonios familiares? ¿Qué relevancia tiene para las pensiones de trescientos euros el que, Garzón, haya enchufado el ventilador y los virtuosos oficiales estén probando barrote y bandeja?.

Los políticos trajinosos, esos tan proclives a hacer leña del árbol caído y de ir de abanderados de la ética no me dan pena, me producen chufla, pena el helarse de frío porque sube la luz y no se puede encender la estufilla, pena la pena del pueblo español, que está más solo que un perrillo de la franja de Gaza, eso clama al cielo. Lo otro da asco. ¡Que me arrimen el Primperán! ¿Ustedes gustan?.
 

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