PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - JUEVES, 12 DE FEBRERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los universitarios
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Durante la postguerra ser universitario era un signo de gran distinción y en los pueblos eran mirados como seres superiores. En realidad, había muy pocos. Apenas dos o tres. Y, salvo caso excepcional, pertenecían a familias con suficientes medios económicos para permitirse el lujo de que sus hijos hicieran una carrera.

Cuando los universitarios llegaban al pueblo, en época de vacaciones, sus padres gustaban de transitar la calle con ellos para exhibirlos cual si fueran criaturas procedentes de otro planeta. Iban los progenitores tan ufanos como contentos y deseosos de contarles al primero que se encartara lo siguiente:

“Este es mi hijo tal, ¿te acuerdas de él?... Claro que sí, hombre, si lo has visto de niño, muchas veces; sobre todo cuando lo llevaba su madre a mi despacho. Pues bien, aquí donde lo ves, mi niño está ya haciendo la carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos”.

Y, tras el recorrido habitual por las principales vías del pueblo, aquellos padres repetían la misma ceremonia en el casino, en el bar de turno, en la misa de doce y en cuantos sitios tuvieran por costumbre frecuentar. Y estaban en su derecho de expresar tamaña alegría por doquier. Y motivos tenían para ello: porque si eran ricos o disfrutaban de una economía saneada, a ver qué les impedía vanagloriarse de que sus hijos pudieran a llegar a ser lo que ellos no habían logrado.

A medida que fueron pasando aquellos años (“Los años del miedo”: así titula Juan Galán Eslava otra novela de éxito) ser universitario se fue poniendo al alcance de más personas. Con la alegría consiguiente de muchos más padres de menos posibles. Hasta desembocar en tiempos donde es casi imposible que haya padres que se conformen con que sus hijos consigan aprender un oficio en las Escuelas de Formación Profesional.

De manera que sin atender a las recomendaciones de los profesores acerca de las pocas aptitudes mostradas por sus hijos para seguir estudiando, muchos padres sólo tienen en mente que sus niños obtengan un título académico. Por más que éstos hayan demostrado ser cortitos de mollera. Y están en su perfecto derecho de actuar así; pero luego no deberían quejarse cuando sus hijos encuentren un empleo, pongamos por caso el de periodista, y pasen a engrosar la nómina de los llamados ‘mileuristas’. Debido a que muchos de ellos, como en otras carreras, por supuesto que sí, no sepan hacer la o con un canuto.

Es verdad que los mejores, que los hay en cada promoción, se los quedan los medios de tirada nacional. Aunque algún titulado haya que sin gozar de tanta excelencia sea ayudado por el amigo de turno o la recomendación adecuada. Mas, en general, los peores van de un sitio a otro y pierden el tiempo en quejarse de su mala suerte. Y, desde luego, muchos lo pierden también en sus continuos escarceos nocturnos, en vez de hincar los codos para completar su período de aprendizaje. Por lo tanto, los hay que siguen nutriéndose de los primeros apuntes que tomaron.

Espero que quienes siguen cultivándose no se sientan aludidos. Los otros, sin embargo, han de saber que en esta ciudad, como en otras, hay un personal especializado en hacerles más llevadera la cruz que soportan. Aunque semejante ayuda sólo les vale, en el mejor de los casos, para acelerarles el más rotundo fracaso.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto