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OPINIÓN - DOMINGO, 15 DE FEBRERO DE 2009

 
OPINIÓN / CONVIVENCIA

Hijos de padres separados

Por Antonio Martínez


En algunas familias, el transcurrir normal de la educación de un niño se puede ver seriamente afectado por las decisiones de los padres. Esto es particularmente tangible cuando los padres se separan o se divorcian, hecho que crea más impacto en el niño mientras menos edad tiene, lo que dificulta su entendimiento del problema. En mi caso, la separación de mis padres se dio a temprana edad, me cuentan que cuando tenía poco menos de dos años de nacido y por tanto no fue una ruptura traumática para mí. Las ausencias de mi padre eran suplicas por los hermanos de mi madre por lo que se puede decir que no la pasé mal. Sin embargo, más adelante, se presentó un serio problema entre mis padres –seguíamos teniendo encuentros los fines de semana-. Fue para mi primera comunión que mi padre no pudo asistir por razones de fuerza mayor y mi madre tuvo una fuerte discusión por teléfono con él. Fue el hecho más traumático que recuerdo de mi niñez, el sentimiento de impotencia y de desconcierto fue terrible para mí y eso que ya estaban separados. Me imagino en tal caso, lo fuerte que debe ser para un niño de un matrimonio normal, afrontar una situación de separación o de divorcio.

Tan sólo a partir de ese hecho, mi rendimiento en la escuela se vio mermado, tenía dificultades para concentrarme en clase, no anotaba las tareas que debía hacer y este comportamiento se trasladó a mi entorno. Me mostraba rebelde y no quería salir a jugar con mis amigos de vecindario. Recuerdo haber tenido algunas entrevistas con la psicóloga de la escuela y afortunadamente el problema no se extendió a más de unas cuantas semanas, tiempo en el cual mis padres se reconciliaron como amigos. Pero en mi caso hubo suerte. Hay otros casos que el tema de separación de los padres acarrea otras complicaciones más serias.

Por ejemplo, pude conocer a una pareja de amigos que se separaron con violencia familiar de por medio, si bien no física, pero verbal. Los dos menores hijos del matrimonio percibieron esto con claridad y se vieron afectados, sobre todo el menor de ellos. Tuvo serios problemas en la escuela también, su personalidad cambió abruptamente y se volvió una persona sumamente introvertida, incluso con algunos comportamientos erráticos como arrancarse mechones del cabello. La terapia de este niño con psicólogo se ha extendido por casi cinco años y aún no termina.

Los estudios que se han realizado en este campo indican que los niños son más infelices viendo las discusiones y peleas de los padres que insisten en vivir juntos. Estos mismos estudios refieren que el niño prefiere verlos separados pero siendo felices ambos. Si la decisión de separación de los padres es irrevocable, deben tener siempre presente que la separación es como pareja, entre ellos pero que como pareja de padres estarán atados por muchos años más, al menos hasta que el niño se convierta en adulto y aún así el lazo deberá persistir. Por ejemplo, se dan casos en que los hijos adultos caen con alguna enfermedad grave y aún los padres que no pueden pasar más de diez minutos juntos sin pelear, se han visto en la necesidad de reunirse nuevamente para prestar ayuda y apoyo al hijo. Por otra parte, cuanto más pequeño es el niño, los padres que se separan deben poner mucho más énfasis y dedicar todo el tiempo posible a que su hijo entienda y acepte la decisión de separación como la mejor para toda la familia. Se deben también respetar los horarios del niño, sobre todo los de la escuela.

Los padres deben mostrar la mayor madurez posible luego que la decisión se ha tomado. El respeto debe ser mutuo y bajo ninguna circunstancia deben competir por ver quién es el mejor ya que obligarían indirectamente al hijo a tomar algún partido. Otro punto importante es que no debe existir tanta rigidez en cuanto a los días de visita, en la medida de lo posible. Muchos niños necesitan de su padre no sólo en los fines de semana sino en un día cualquiera en que se pueden sentir especialmente necesitados de su compañía. En estos casos, ambos padres deben mostrar predisposición y flexibilidad, permitiendo que el hijo sea quien proponga. En ese tiempo, ninguno de los padres debe hablar mal del otro, no deben existir culpables y no se debe permitir que el hijo se entere por terceras personas. También se del debe recalcar al hijo que éste nunca será dejado de querer y que seguirá viendo con frecuencia a sus padres. Finalmente, debemos decir que los divorcios también hacen aflorar algunas actitudes positivas en los hijos como la obediencia o la responsabilidad. Esto alienta la esperanza de que los hijos de padres que se separan no deban seguir un sendero oscuro.
 

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