El conflicto árabe-israelí parece
no tener solución a pesar del alto el fuego decretado
unilateralmente por cada una de las partes enfrentadas y por
las negociaciones emprendidas desde diferentes ámbitos. La
Unión Europea, la Liga Árabe, Estados Unidos, Rusia, etc así
como, diferentes organizaciones internacionales han
intercedido infructuosamente en este histórico
enfrentamiento cuyos principales damnificados son la
población civil.
Las diferencias existentes entre israelitas y palestinos se
han enquistado a lo largo de estos años argumentadas en la
cuantiosa sangre derramada, en el dolor inflingido y en la
destrucción producida tras años de animadversión. El rencor,
el desprecio a la vida ajena y la rabia contenida brota
descontrolada cuando la nota predominante en uno de los
contendientes es la desorganización y el desorden que
propicia el desprecio hacia los acuerdos suscritos.
Por ello, desde el inicio de este frágil alto el fuego del
pasado 18 de enero se han producido diferentes ataques
contra territorio y tropas israelíes que han propiciado la
respuesta contundente por parte de estas. Ataques milicianos
palestinos contra la población civil hebrea que recibe la
correspondiente respuesta que hace peligrar la actual
situación que permite atender las necesidades de una
población castigada duramente.
Resulta totalmente necesario encontrar la solución adecuada
aceptada por todos los implicados, con la aprobación de las
organizaciones internacionales competentes al objeto de
dignificar la existencia de dos pueblos, dos culturas
obligadas a entenderse por el bienestar general de todos sus
ciudadanos. Por tanto, es labor de todos trabajar
incesantemente en la consecución de una paz duradera que
atienda las exigencias y necesidades de palestinos e
israelíes conjuntamente, sin exclusiones ni acusaciones
infundadas puesto que, en cualquier conflicto la
responsabilidad es compartida por quienes intervienen en él.
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