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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE FEBRERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Todo se sabe en plena rúe
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El periodismo se hace en la calle. Que es la mejor forma de decirle a la gente lo que le pasa a la gente y opinar sobre ella. Pero para ello hay que saber transitar la calle y entenderse con los demás. Opinar es un riesgo que se asume. Porque el español pensante necesita alguien con quien pegarse, una cara, un tipo del que disentir, que para eso lee a diario, para disentir. Así lo creía Umbral. Como también afirmaba que una verdadera columna sólo consta de letra impresa y mala leche.

Mas hay que saberla hacer. Se trata de escoger un tema. Darle el tono. Y relacionarlo con el espacio donde uno se mueve. O sea, el territorio. Es en él donde uno practica el juego de opinar. Y que se rige bajo las mismas reglas que ese otro juego llamado de las siete y media. En el cual lo conveniente es plantarse antes que pasarse.

Mi terreno de juego es Ceuta. Sus calles y sus sitios donde me consta que puedo observar, mirar, charlar, y contar la realidad de manera distinta. Mi mirada es diurna. Pues hace ya mucho tiempo que abandoné mi condición de noctívago. De ahí que dos vinos a la hora del aperitivo, tres a lo sumo, hayan sustituido a los dos whisquies, cortitos, sin hielo y con poca agua, de las noches de antaño. El alternar tiene también su coste económico.

Cuando me invitan a una cuchipanda, un conocido le gusta más que diga cóctel, suelo aceptar porque es la mejor manera de conocer a más gente y que más gente me conozca a mí. En los cócteles, pues, me agrada deambular de un lado a otro. Participo en los corrillos. Porque en estas ocasiones -soy del mismo parecer que Salvador Pániker- el juego es obvio: se trata de estar simpáticos y amenos, comedidos, en el límite de la espontaneidad.

A esos sitios, es decir, a esos cócteles hay que ir vestidos de manera convencional. Sin desentonar. Aferrándose a lo de donde fueres haz lo que vieres. Y preparados para poder conversar de todo. Ya que quienes escriben no tienen por qué saber de todo pero sí han de conocerlo todo.

Así como es primordial no hurtar ni la mirada ni mucho menos esquivar la presencia de cualquier autoridad o político a los que uno pudiera haberles zurrado la badana en alguna ocasión. Ya que, precisamente, son los mejores momentos para deshacer entuertos y mostrar uno que la censura hecha no está motivada por aversión hacia esa persona que se siente dolida por el varapalo recibido en su día por nosotros. Sino que forma parte del juego que ambos hemos decido practicar desde frentes opuestos. Y, claro, hay que hacerse a la idea de que unas veces los intereses concuerdan y otras son diametralmente opuestos. Perogrullada al canto.

Después hay otra forma de escribir. La que se hace sin moverse, o moviéndose lo mínimo, de la mesa de redacción. Siempre pendiente del teléfono y de los correveidiles de turno. Confidentes a quienes la directora del medio o el director les suelen dejar muy claro que si se atreven a informar a otros medios, no sólo dejarán de ponerse en contacto con ellos sino que, además, quedarán abandonados a su suerte cuando ellos caigan en desgracia en la institución en la cual prestan sus servicios. Chantaje puro y duro.

A semejantes directoras o directores hay que decirles que procuren modernizarse cuanto antes. Y que pisen la calle, de una vez por todas. Puesto que es de catetos presumir de información exclusiva, en una ciudad donde todo se sabe en plena rúe.
 

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