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ACTUALIDAD - DOMINGO, 1 DE MARZO DE 2009


José Antonio Martín Pallín. reduan.

LA SITUACIÓN DE LA JUSTICIA, DESDE LA ÓPTICA NACIONAL
 

«La política criminal no
puede moverse alumbrada
por antorchas funerales»

El magistrado emérito del Supremo
José Antonio Martín Mallín cree que
a los politicos “no les interesa” que
la Justicia funcione como debería

CEUTA
Gonzalo Testa

ceuta
@elpueblodeceuta.com

José Antonio Martín Pallín ingresó en la carrera fiscal en 1965 y en la judicial en 1989, el mismo año en el que fue elegido por el Consejo General del Poder Jdicial magistrado del Supremo, donde permanece desde que se jubiló en 2006 como emérito de la Sala de lo Penal. Ha sido Presidente de la Asociación pro Derechos Humanos de España y de la Unión Progresista de Fiscales y es miembro de Jueces para la Democracia. Colaborador de Amnistía Internacional y de la Comisión Internacional de Juristas en misiones de investigación sobre derechos humanos en Latinoamérica y Palestina y Premio Nacional de Derechos Humanos en 2006. Ayer hizo escala en Ceuta, de camino hacia Tetuán, para hablar con EL PUEBLO sobre la Justicia española.

Pregunta.- Acude usted a Tetuán a hablar de la Memoria Histórica hispano-marroquí y de la Guerra Civil española. ¿Qué más se puede decir sobre este tema?

Respuesta.- Desde el punto de vista histórico toda la literatura ha hablado siempre de la utilización de los regimientos formados por marroquíes por parte de Franco y de los golpistas. No tenía idea de que había habido un grupo de gente, marroquíes pero también argelinos y de otros países, que se habían alistado para luchar a favor de la República como las Brigadas Internacionales.

P.- ¿Cómo cambia ese ‘descubrimiento’ las cosas?

R.- Desde esta perspectiva se plantean dos temas. Por un lado el de este grupo de personas, que a mi juicio no tendría ningún problema desde el punto de vista de la Ley de la Memoria Histórica porque entrarían de lleno en la normativa que se aplicaría a los miembros de las Brigadas Internacionales, y después el otro, en el que sostiene que hubo personas incluso de 12 años que fueron reclutadas por los franquistas a la fuerza. Estamos, en este segundo caso, ante un problema de investigación, averiguación y prueba. Un tercer aspecto es el de la represión de las fuerzas franquistas durante todo el tiempo que duró la Guerra Civil en Marruecos. Ese es un problema que tiene una doble vertiente: la de la solución que adopten las autoridades marroquíes o la aplicación del principio de justicia internacional, que podría llevar a que los casos se viesen por la jurisdicción española.

P.- ¿Con qué consecuencias se puede aplicar la Ley de la Memoria Histórica a los dos colectivos que ha citado?

R.- La que se está utilizando más siduamente es la de la adquisición de la nacionalidad española. En el primer caso, como le digo, parece de fácil encaje. En el segundo, si se demostrase ese reclutamiento forzoso, sobre todo de menores, habría que encontrar una fórmula jurídica para aplicarles la ley en lo referente a la nacionalidad.

P.- ¿Cuántos marroquíes alistados con la República podrían beneficiarse de la ley?

R.- Se habla de unas 615 personas, pero incuestionablemente muchas de ellas estarán ya muertas. La Ley abre también la posibilidad de obtener esta nacionalidad en los casos de exilio, no en los de las Brigadas Internacionales, a los parientes descendientes de grado. Es un problema de investigación, de datos y de encaje en la ley.

P.- En cualquier caso es un problema también de desconocimiento, de la escasa atención que se ha prestado a este asunto, ¿no?

R.- Tengo la sensación de que así es. Desde luego confieso que mi desconocimiento, a pesar de haber leído muchos libros sobre la Guerra Civil, al respecto. Esta vertiente está poco analizada y los propios organizadores del seminario así lo reconocen.

P.- Aunque no por su vinculación a Marruecos, la Ley de la Memoria Histórica ha levantado una polvareda considerable. Un año y pico después de su aprobación, ¿el resultado que está dando es el que pensaba?

R.- Yo creo que la Ley tuvo que transigir a última hora en los artículos que hablan de la ilegitimidad de los tribunales y de la injusticia de las sentencias por no ajustarse a los cánones mínimos. Hasta ahora no está teniendo una plasmación en resoluciones de los tribunales. Yo creo que podría dar lugar a recursos de revisión de los Consejos de Guerra pero, que yo sepa, no se ha utilizado esa vía.

P.- ¿A qué lo atribuye?

R.- Quizá los que podrían utilizarlo no lo han hecho, pero yo creo que el Ministerio Fiscal, el fiscal general del Estado, que es el que tiene legitimidad para las revisiones, debería tomar la iniciativa e incluso crear una fiscalía especial transitoriamente para aplicar la Ley de la Memoria Histórica.

P.- A fecha de hoy la única iniciativa la están llevando asociaciones y familiares, ¿verdad?

R.- Efectivamente. En cuanto a las exhumaciones es verdaderamente patético comprobar cómo asesinatos extrajudiciales y desapariciones forzadas de personas, incluso tras la apertura de fosas, se están tratando igual que una licencia administrativa para abrir un bar o poner en marcha un negocio. Creo que eso es muy ofensivo para la memoria de las víctimas. Las autoridades judiciales por un lado y las instituciones autonómicas, centrales y locales deberían tomar la iniciativa y no dejarse llevar sólo por las peticiones que les hagan los familiares.

P.- Cuando Garzón y la Audiencia Nacional dejaron la causa abierta en manos de los juzgados de Instrucción el tema pareció disolverse como un azucarillo. ¿Por qué?

R.- Según los datos que manejo hay unos 17 juzgados con actuaciones de muy diversa índole. La referencia que tengo indica que el juzgado de Villarcayo, en Burgos, ha abierto una causa por crímenes contra la Humanidad y desaparición forzosa de personas. Ese proceso devolvería el tema a la Audiencia Nacional. Pensamos que esto iba a ir más rápido pero está yendo muy lento.

“Dejación” judicial con las fosas

P.- ¿Usted cree que la apertura de fosas se está llevando como se debiera?

R.- Sobre ese tema hay un problema gravísimo en el que debería intervenir el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el fiscal general del Estado: hace unos meses se publicó una foto de una fosa común en Málaga en la que aparecían restos humanos con las manos atadas con alambres a la espalda y signos evidente de fusilamiento. Con la ley vigente una imagen así, con restos que pueden apuntar a una muerte violenta o sospechosa de criminalidad, es un caso de libro. El juez tiene la obligación de ir allí, abrir unas diligencia, llamar al forense, etcétera. Si no da resultado se archiva, pero lo clamorosamente preocupante, incluso con posible dejación judicial, es que no se han abierto diligencias en Málaga, como si fuera una cuestión administrativa, como si hablásemos de la apertura de un nicho para trasladar los restos a otro.

P.- Llegamos al debate de los límites espaciales y temporales de la acción judicial. ¿Usted cree que están claros?

R.- Ahí hay una discusión doctrinal entre el Derecho Internacional de los Tratados y el Derecho Internacional Consuetudinario.

P.- Traduzca

R.- Para explicárselo a un lector no experto en Derecho esto quiere decir que aquellas conductas como genocidios, desaparición forzada de personas, crímenes de lesa humanidad... pueden perseguirse de una doble manera. Si son cometidos después de firmar los convenios no hay ningún problema, pero al tratarse de crímenes de lesa humanidad el Derecho Consuetudinario, que ya estimaba la Constitución de la República y que a partir de Nüremberg tiene el mismo valor que al anterior, también avala su persecución. No olvidemos que España no firmó tratados de Derechos Humanos hasta la Transición, pero eso no quiere decir que la desaparición forzada de personas no fuese delito antes.

P.- Eso en lo que se refiere a investigar crímenes cometidos en terceros países. ¿Qué puede decir sobre los límites temporales, sobre hasta cuánto atrás puede remontarse un juez?

R.- No es obstáculo. En este país nuestro, que es tan dado a la frivolidad y a la falta de sensibilidad, se hicieron muchas bromas cuando el juez Garzón pidió los certificados de defunción de Franco y treinta y tantos ministros suyos. Dejémonos de bromas porque es bastante serio. Se trataba de incorporar a un expediente judicial una certificación de defunción para declarar extinguida la responsabilidad criminal. No hace falta ser una lumbrera para saber que Franco se ha muerto, pero los bromistas también deben saber que en un expediente judicial hace falta el certificado para extinguir la responsabilidad.

P.- Hablábamos del caso de Málaga y de cierta dejación judicial. Decía que se pueden y se deben investigar los casos puntuales pero, ¿se podría hacer una causa general sobre el Golpe de Estado de 1936?

R.- La Guerra Civil tiene el aspecto del frente y de los muertos en las batallas. Específicamente en Tetuán vamos a hablar de un cementerio de marroquíes existente en Luarca (Asturias) y ciudadanos del país vecino caídos en la batalla del Ebro. Los muertos en combate son un hecho histórico y ahí la ley puede ayudar a encontrar los restos, pero no a hablar de responsabilidad criminal en una situación bélica. La responsabilidad de Franco sería por sublevación pero no por una confrontación bélica.

P.- ¿Todavía se está a tiempo, aún fallecido, de juzgar esa responsabilidad golpista?

R.- Eso es lo que pretendía el juez Garzón. Constatar, hecho histórico abrumador, que hubo una rebelión militar contra las instituciones del Estado y que los los autores materiales y más próximos habían fallecido y declarar extinguida su responsabilidad

Política y Justicia

P.- La Ley de la Memoria Histórica ha sido una muesca más en el creciente debate político alrededor de la Justicia. Hace muy poco días usted dijo que “a los políticos no les interesa que la Justicia funcione bien”. ¿Fue un exceso o lo mantiene?

R.- En cierto modo sí. Me ratifico. Cuando puede existir una responabilidad penal de un político, de un partido, a estos no les interesa el buen funcionamiento de la Justicia. Y entonces se utiliza la táctica de la deslegitimación de la Justicia, acusándola de partidista. La Justicia siempre ha tenido un trato secundario porque no conviene que funcione bien del todo. Somos un poder de control y contrapeso y a los políticos no les interesa que ese control funcione.

P.- ¿Y entonces se dice que son ustedes unos sinvergüenzas, unos títeres del Gobierno?

R.- Sí, se acusa al juez y al sistema de prevaricación y de muchas otras cosas. La intención es deslegitimar al investigador acusándole de tener intereses expúreos, de dilatar juicios para que entre la prescripción... Cuando no se consigue se acude a la estereotipada frase de que la Justicia española “es un cachondeo”. Así se crea una situación en la que los que se ven implicado se justifican diciendo que están en manos de personas que no sirven a los ciudadanos.

R.- ¿El paro judicial persigue cambiar ese modelo con miras altas o atiende a motivos más bajos como salarios, jornadas laborales y reparto de responsabilidades?

R.- Me gusta que utilice la expresión paro y no huelga. Es una diferencia semántica, pero con contenido jurídico importante. La Constitución dice que la justicia emana del pueblo y que la administramos en nombre del Rey, algo que no se dice de ningún otro funcionario. No creo que quepa el derecho a la huelga en España y es rigurosamente falso que esté específicamente reconocido en Francia, Italia o Portugal, como se ha dicho. En Italia se han hecho tres paros: uno tras el asesinato de [el juez antimafia Giovanni] Falcone; otro derivado de una actitud de agresión verbal y jurídica de Berlusconi a la Corte Suprema y otro por un intento de modificación de las leyes procesales para reducir el modelo de fiscal que todos desearíamos al del modelo español. Fueron razones de un gran calado institucional. En España sólo una de las ocho reivindicaciones judiciales tiene un carácter económico, para incrementar las retribuciones de las guardias, no la general. Las demás son de carácter organizativo. Yo, reconociendo todo eso, pienso que mis compañeros se han precipitado. Esto viene de muy atrás. No se puede quitar de encima de la noche a la mañana una bola de nieve que todos hemos dejado crecer no sólo en democracia, sino también durante el Franquismo e incluso desde el siglo XIX. Esta es una catástrofe anunciada producto del sistema escrito... No se puede funcionar así. Esas fotografías de los expedientes acumulados, si los ve un juez inglés o escandinavo pensaría que está en el Archivo de Indias.

P.- ¿Hacia dónde hay que ir?

R.- El modelo está agotado. Intentar resucitar a un moribundo es tirar el dinero y no se puede engañar al ciudadano. Hay que ir al sistema de oralidad, rapidez e inmediación. Lo manda la Constitución, no es un invento mío, pero nadie le ha hecho caso y ahí están las fotografías de lavabos llenos de expedientes. La gente no puede pensar que esto se arregla con más jueces y más oficinas: sería como crear sucursales y sucursales cuando se sabe que vamos hacia la banca electrónica.

P.- ¿La nueva Oficina Judicial va en el buen camino?

R.- No conozco a fondo el modelo propuesto. Tengo unos años y estoy en el Supremo, no conozco bien cuál será la nueva oficina, pero si es nueva no creo que sea peor que la que hay ahora.

“Debería haber dimitido antes”

P.- ¿Cómo se tomó la dimisión del ministro Bermejo?


R.- Recibí la noticia en Quito, en Ecuador. El ex ministro es un muy buen amigo personal mío pero la confluencia de una serie de factores hacen que crea que incluso tendría que haber dimitido antes.

P.- No es lo mismo un ataque al Poder Judicial desde el Gobierno, como Berlusconi, que desde la oposición, pero ¿no le parece que la ofensiva del PP justificaría un paro ‘a la italiana’ o sería demasiada solidaridad para con un solo magistrado?


R.- Efectivamente sería ser demasiado solidario con un solo juez, pero esos ataques tienen un significado emblemático. Se trata de la deslegitimación que comentaba antes. Un juez me persigue y entonces digo que es un corrupto y un prevaricador. De todas formas que eso lo insinúe o lo diga el vicepresidente del CGPJ es una de las cosas más graves que he oído en toda mi vida profesional, que ya es bastante larga.

P.- ¿Cuánto de política hay debajo de las togas?


R.- No creo que en este momento el movimiento judicial sea estrictamente político. Lo que pasa es que me preocupa, mirando al futuro, que a la vista del ensayo de paro haya un grupo mayoritario de jueces que crea que tenga el poder suficiente para, con esos paros, intervenir en la vida política del Estado. Me parece peligrosísimo. Alguien dijo que los controladores áereos de Barajas podrían parar el país, pero que los jueces caigan en esa tentación sería la ruptura del sistema democrático.

P.- ¿Le parece normal, por muy trágica que sea su situación, que el presidente del Gobierno reciba a los familiares de menores asesinados para hablar sobre la pena de muerte o la cadena perpetua?


R.- Es inaceptable que en el siglo XXI se haga política criminal a partir de sucesos que, por otro lado, han tenido una relevancia especial en la prensa, pero que alrededor cronológicamente han tenido siete u ocho muertes que han pasado desapercibidas. Sabemos desde hace siglos de que una política criminal moderna no puede moverse a impulsos emocionales ni alumbrada con antorchas funerales. Es una temeridad, un populismo peligrosísimo, que convierte a los ciudadanos en una especie de justicieros. Ojalá no veamos linchamientos por alimentar esas bajas pasiones.

P.- ¿Con condenas más duras estaríamos más seguros?


R.- Que se lo pregunten a los estadounidenses, que con la pena de muerte tienen el récord mundial de presos y de inseguridad.
 


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