| 
                     Un denso fin de semana, 
					prácticamente enclaustrado por cortesía marroquí (que ha 
					estado a la altura de la tradición) junto a varias decenas 
					de asistentes en el seminario organizado por el Centro de la 
					Memoria Histórica y el Porvenir, me impidió al final subir 
					hasta Madrid y desplazarme desde allí con el autobús puesto 
					por UPyD para los voluntarios de toda España dispuestos a 
					echar una mano en las elecciones en el norte. En mi caso iba 
					de apoderado a Pontevedra (sin ser militante mi compromiso 
					es con el proyecto), pero el devenir de este fin de semana 
					me llevó a seguir por Tetuán. 
					 
					En Galicia y el País Vasco la ciudadanía parece haber 
					empezado a despertar de su acomodaticio letargo, empezando a 
					reaccionar contra el chantaje y la deslealtad del 
					nacionalismo periférico, claramente depredador y sin ningún 
					sentido vertebrador del Estado. Los dos partidos nacionales 
					han salido reforzados si bien de forma asimétrica: los 
					socialistas gallegos pagaron su espuria y oportunista 
					alianza con los radicales del BNG, ofreciendo un merecido 
					triunfo al Partido Popular (PP) y un balón de oxígeno a un 
					Rajoy que se había empleado a fondo, mientras que en País 
					Vasco y por primera vez los no nacionalistas han consolidado 
					su voto. Por algo se empieza. Falta ahora que los líderes 
					del PSOE y el PP estén a la altura de las circunstancias, 
					poniéndose al frente de un cambio de rumbo que el electorado 
					español ha pedido en estas dos históricas comunidades. El 
					vecino Marruecos también debería sacar sus conclusiones, 
					pues no es un secreto que está impulsando en lo que cabe sus 
					relaciones con “taifas” como Cataluña, que presentan un 
					perfil acusadamente propio. Desde Madrid deberían recordar 
					(a las ridículas e inviables Comunidades Autónomas lo 
					primero) que las relaciones exteriores están en manos del 
					ministerio correspondiente y no al albur de cualquier 
					advenedizo que aterriza con ínfulas por tierras marroquíes 
					procedente de su respectiva Ínsula Barataria. No hace tanto 
					sentí bochorno cuando un consejero del Gobierno vasco, en 
					Larache, era presentado dándoselas de “ministro”, mientras 
					recientemente el cateto impresentable de Laporta, presidente 
					del barcelonés equipo azul grana, advertía con un deje de 
					chulería al visitar la región Tánger-Tetuán que no asistiría 
					a ningún acto oficial en el que figurase la bandera de 
					España… Si, han leído bien. No soy un indocumentado y sé 
					bien lo que escribo. Ignoro la respuesta -si es que la hubo- 
					de la diplomacia española, pero yo sugeriría a mi estimado 
					embajador Luís Planas que exigiera en el protocolo en todo 
					acto oficial bilateral la presencia de la bandera española, 
					del mismo tamaño además que la del Reino de Marruecos. Digo. 
					 
					Otro factor nuevo en escena este pasado domingo es la 
					irrupción, en las cruciales elecciones vascas, de Unión, 
					Progreso y Democracia (UPyD), el joven partido liderado por 
					Rosa Díez y que, con ilusión y trabajo militante, se está 
					consolidando en el panorama político español alcanzando un 
					escaño pudiendo constituirse, si llegara el caso, en el 
					necesario voto bisagra para desalojar a los nacionalistas 
					del Parlamento de Vitoria poniendo al frente al candidato 
					socialista, Patxi López. Un hecho histórico en nuestra 
					democracia, tanto como el hartazgo del electorado gallego 
					desplazando el ensayo que ha supuesto la aventurera alianza 
					entre los socialistas gallegos y los nacionalistas del BNG, 
					en un claro voto de castigo que a Rodríguez Zapatero debería 
					servirle de lección: algunos experimentos, Presidente, con 
					gaseosa. 
   |