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					La necesaria e inaplazable construcción de una nueva 
					prisión, por el estado obsoleto en que se encuentra la 
					actual de Los Rosales, no puede convertirse sin más en el 
					cambio del actual modelo vigente de ‘centro de preventivos’ 
					a ‘centro de penados’ sin explicar el proyecto y la posible 
					repercusión económica y social que para una ciudad como la 
					nuestra significa. 
					 
					El nuevo centro de reclusos que se ha diseñado choca 
					evidentemente, por sus dimensiones estructurales, con el 
					espacio físico geográfico de Ceuta con 19 kilómetros 
					cuadrados y 80.000 habitantes. Sólo teniendo en cuenta el 
					aumento de 80 celdas actuales a las 648 proyectadas, se 
					asumiría un cupo de más de 1.200 presos cumpliendo condena 
					en una ciudad que tendría que asumir aspectos sociales de 
					difícil comprensión y un deterioro de imagen evidente a la 
					vista de que, de cumplirse con las previsiones, podría 
					decirse que alcanzaría un 2% del total de la población 
					ceutí. 
					 
					Y aún más, el principio fundamental de Instituciones 
					Penitenciarias y tal y como queda establecido en la 
					legislación española, el fundamento primordial es la 
					reinserción social de los reclusos por lo que, si los 
					parámetros que se han puesto encima de la mesa por parte de 
					Gobierno se llevan a cabo, se falta al ámbito de la 
					reinserción porque la ciudad tendría que absorber un numero 
					nada despreciable de reclusos de los llamados de tercer 
					grado, según la ratio ajustada al número de la población 
					reclusa superior al millar de condenados. 
					 
					Por otro lado, el sistema establecido suele enviar a las 
					personas recluidas a cárceles cercanas a su ámbito social y 
					familiar, que siendo ceutíes no habría nada que objetar ya 
					que sería beneficioso para sus familiares quienes no 
					tendrían que desplazarse fuera de Ceuta para verles. Pero 
					por otro lado, observamos que un porcentaje elevado de esta 
					población reclusa sería marroquí por la cercanía a su país, 
					y por lo tanto a sus familiares. Esto ultimo, en sí mismo, 
					ya es una situación que requiere una explicación del 
					gobierno central para saber cómo se adecuaría -para esta 
					nueva prisión- el cumplimiento del llamado régimen abierto, 
					o el denominado tercer grado, en una ciudad cuya conexión 
					con el resto del país está sometida a un régimen fronterizo 
					tanto en el Tarajal como en el propio Puerto al no ser Ceuta 
					espacio Schengen; o a las circunstancias climatológicas en 
					el Estrecho; o sencillamente a los precios de las tarifas en 
					este transporte y lo que de elevado coste supondría al 
					recluso con opción a ir y venir.  
					 
					Por tanto, si lo que por extensión territorial en la 
					península pasaría desapercibido, en nuestra ciudad esta 
					circunstancia quedaría marcada lógicamente por la componente 
					de limitación geográfica. 
					 
					Aunque la construcción de una obra de infraestructura 
					pública como la prevista supone una mejora en la ciudad por 
					el movimiento económico que provoca la contratación de 
					personal para las obras y su influjo en Ceuta, llegará el 
					día en que finalmente acabe. Cierto es que una prisión como 
					la que se contempla dispondría de mayor presencia 
					funcionarial -plazas que se generan en oposiciones 
					nacionales-. Lo que tampoco se asegura es que un funcionario 
					de prisiones destinado en Ceuta resida verdaderamente en la 
					ciudad, como ya sabemos por otros sectores de funcionarios 
					que tienen su vivienda en el país vecino.  
					 
					Por su parte, los visitantes familiares habituales de 
					reclusos marroquíes tendrían que residir en la zona norte 
					marroquí, o si acaso en el sur peninsular para poder acceder 
					a nuestra ciudad sin visado, y de manera general no disponen 
					de excesivos recursos económicos.  
					 
					Hay que sopesar realmente los pros y los contras en una 
					justa balanza por lo que para el futuro de Ceuta esto 
					representa. 
					 
					Una infraestructura de más de 230.000 metros cuadrados de 
					superficie necesitará de unos suministros que, en su 
					mayoría, procederán del mercado peninsular porque este 
					ámbito está centralizado, por lo que será muy limitado el 
					acceso del sector ceutí. 
					 
					El Gobierno ha proyectado una cárcel para Ceuta que 
					multiplicará por cinco la capacidad de la construida en 
					Melilla hace sólo 15 años que acoge a poco más de 250 
					reclusos.  
					 
					El Ejecutivo de Rodríguez Zapatero, tiene la obligación de 
					buscar, junto con el de la Ciudad, fórmulas compensatorias y 
					abrir una ventana a la negociación que beneficie a los 
					ciudadanos de Ceuta contando con el Gobierno local elegido 
					democráticamente para que les representen ya que, al fin y 
					al cabo, será la ciudad y sus ciudadanos los que se verán 
					afectados por el nuevo modelo de centro penitenciario que 
					pretende instalar el Ejecutivo socialista en nuestra ciudad, 
					al que poco parece importar las circunstancias y 
					repercusiones futuras que acarreará la adopción de una 
					medida similar sin la anuencia, el permiso y el conocimiento 
					exhaustivo de quienes verdaderamente vivimos en Ceuta. 
					 
					 
					 
					** Diputado por Ceuta y miembro de la Comisión de Interior 
					del Congreso de los Diputados 
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