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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 4 DE MARZO DE 2009

 
OPINIÓN / COLABORACION

La crisis también llega a M’acdonal

Por Jor D. Bys


Son los preceptos que han establecido. Desconozco, si para Ceuta o en el ámbito nacional e internacional, mundial. Proceder que dudo. Por si acaso, aviso a los navegantes: si acude a M’acdonal, en Pueblo Marinero, vaya provisto de cambio. Ni se le pase por la cabeza mostrar un billete, por otra parte de curso legal, de quinientos euros. Allí las chicas, muy voluntariosas ellas y excelentes profesionales, ponen el grito en el cielo.

Ocurrió días atrás. Domingo, alrededor de las tres y media de la tarde. Unos papás visitan tan afamada multinacional, acompañando a sus hijos de corta edad. Lleva a la práctica el pedido, hamburguesas, patatitas, Ketchup, refrescos, helados, total… un par de repletas bandejas que, discretamente y sin consentimiento superior, habían venido siendo tímidamente asaltadas por la hambrienta chiquillería.

Llega la hora de la verdad, el trance final y más doloroso. Aproximadamente cincuenta y tantos del ala. Mano a la billetera y ¡oh, mon dié!, para responder, un solitario billete de quinientos euros al que la señorita-cajera al instante le hace ascos. “No hay cambio” Los nenes, a lo suyo. A cada descuido, dale que te pego. Criaturitas tiernas, cariñosas que no entienden la problemática. Y es que ya se sabe… cuando la barriguita percibe la llamada del tigre, no hay domador que la apacigüe.

¿Y ahora que hacemos señorita? La réplica: “tráigame el billete fraccionado”. No resta otra alternativa, habrá que echarse al monte, salir por los alrededores e intentar fragmentar el papel. Nada. Misión imposible, aún más complicada por cuanto se trata de un canje a pelo. Sin adquirir algo. Eso, unido a la horita… tan intempestiva. De vuelta al mostrador, la escena se presenta patética observando a esos adolescentes cachorros que ya empiezan a requerir el camino de casa y que mamá le ponga encima de la mesa unos codiciados huevos fritos con patatas. Abundantes patatas. Ya conocen, esos gruesos tubérculos carnosos muy feculentos, adheridos en los extremos de raíces cuyas plantas suelen dar flores blancas o moradas y que constituyen un alimento para el hombre. Providencialmente cuando rozamos los finales de mes.

Ante tan desalentador panorama, tratemos de hallar un desenlace coherente, feliz, ante todo por los zagales. En este delicado trance, supongo, el cabeza de familia ha de ir más allá de lo habitual, situarse por encima de lo común, incentivar la imaginación y, en último extremo sacar de la chistera lo que el más habilidoso de los prestidigitadores es capaz de conseguir.

De repente, una acertada mirada nos conduce a un panel lateral. ¡Ea!, ya está. Ha llegado el momento de las ofertas. “Señorita:, ¿qué le parece si le confío el billete a su inmaculada voluntad, le ofrezco el documento nacional de identidad, toda clase de datos personales y otro día, el lunes, martes… cuando a usted le parezca adecuado vengo a rescatar el sobrante?”. La consulta pertinente con la encargada de turno obtiene otra respuesta contundente, culminante de la dulce empleada: “imposible, no pude ser. Lo tenemos prohibido”.

No existe otra salida, ¡ niñooos…….. a casita!.
 

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