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OPINIÓN - DOMINGO, 8 DE MARZO DE 2009

 
ANÁLISIS

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES. 2


Hace ya un tiempo que cometí el error de medicarme la piel con una crema que me hizo el efecto contrario. Y acudí presto a visitar a don Rafael Vivas Guzmán. Médico especialista en Dermatología. Y tardó menos que canta un gallo en darme el diagnóstico y en recetarme lo apropiado para dejarme sana la parte de la piel afectada. Ese mi primer encuentro con don Rafael me permitió conocer a una magnífica persona y a un extraordinario médico. Mientras tanto, una persona muy querida por mí venía padeciendo unas afecciones de la piel que, tratadas ya por tres dermatólogos, no cedían. Y tuve al atrevimiento de pedirle a Vivas que si podía oír a la paciente por teléfono. Ya que en esos momentos le era imposible viajar a Ceuta. Accedió con sumo gusto. Y tras escuchar atentamente diagnóstico, síntomas y tratamiento al que estaba siendo sometida, sin producirse ningún tipo de mejora, intervino con mano de santo. Hoy, me lo he encontrado en el paseo del alcalde Sánchez-Prados y le he confesado mi enorme gratitud.

MARTES. 3


He paseado la calle como otros muchos días. Y debo decir que no había esa animación tan habitual de otras veces. Tal vez porque cuando marzo marcea a las gentes se les quitan las ganas de dejarse ver por los sitios céntricos. Aun así he tenido la oportunidad de hablar unos minutos con Quico Martel y Emilio Carreira. Lo justo para poder nombrarles en estas páginas. Luego, cuando he llegado a la barra del Hotel Tryp, me han preguntado si estuve el domingo en el Murube. Y he dicho que no. Y han querido saber las razones por las cuales he dejado de ir al fútbol. Y me he ido por los Cerros del Ubeda. Porque me cuesta trabajo explicar lo poco que me gusta ir al campo. Y, además, tampoco entenderían los motivos que me han hecho desertar. Pero, incluso siendo martes, pude comprobar que el partido Ceuta-Cádiz seguía siendo la comidilla del día. Y así pude enterarme de que la banda derecha del equipo gaditano, compuesta por Cristian y Enrique, volvió a ser decisiva, como ya lo fuera en Carranza, para que el partido lo ganaran los amarillos.

MIÉRCOLES. 4


Se llama Iván Francesco Grugni. Con estos apellidos no hace falta decirles que nuestro hombre es italiano. Un italiano afincado en Ceuta y que se ha ganado con creces el derecho a caerle la mar de bien a todos cuantos tenemos la suerte de tratarle. Iván, además de saber mucho de fútbol, es del Inter. Pero lo que importa es que regenta el ‘Dolce Café’; establecimiento sito en la Gran Vía. Y, sobre todo, destacar que Iván se nos ha revelado como una persona educada, amable, con la sonrisa siempre presta y un deseo enorme de hacer felices a cuantos tienen la oportunidad de pegar la hebra con él. Cosa que he hecho esta mañana. Y a fe que Francesco Grugni me ha alegrado la vida. Y eso que la mañana no está para hacer del optimismo bandera. Puesto que marzo, al igual que ayer, sigue marceando. A lo que iba: que merece la pena entablar conversación con este Iván, alegre como unas castañuelas, y todo un carácter mediterráneo.

JUEVES. 5


Me consta que María Antonia Palomo llevaba desde el martes tratando de conseguir mi número de teléfono. Pero sin suerte. Hasta que localizó a Mohamed Chaib y éste la puso al aparato conmigo. La ganadora del Premio María de Eza me dice cosas que suenan bien en mis oídos. Pero yo le digo que también en bastantes ocasiones he estado en desacuerdo con actuaciones suyas y no he dudado en publicarlas. Eso sí, le vuelvo a dar la enhorabuena por haber sido distinguida con tan importante galardón. Y ella me responde que su llamada es para decirme que estoy invitado el viernes a la entrega de ese premio. Un acontecimiento que tendrá como marco el Salón del Trono. El viernes, le he dicho a María Antonia que es un mal día para mí. Ya que estoy pasando por una situación en la que debo multiplicarme para cumplir con mis obligaciones, pero que haré todo lo posible por estar a su vera en momentos tan gratos para ella. Ojalá que sea así.

VIERNES. 6


A José Rocabert Rouco (aclaro cuanto antes que nada tiene que ver con el cardenal Rouco Varela) le conozco desde hace la tira de años. Y, durante tan gran cantidad de tiempo, raro ha sido el día en el cual no hayamos intercambiado unas palabras cuando nos hemos cruzado por la calle. Y es que los dos solemos, aunque por razones bien distintas, pasear esa rúe que a mí me entusiasma y que él tampoco le hace ascos. Esta mañana, cuando me aproximaba al edificio del Ayuntamiento para asistir a la entrega del Premio María de Eza, nos hemos hallado y el trabar conversación ha venido por añadidura. José Rocabert es lector mío desde que comencé en este oficio. Un lector exigente en todos los sentidos. Ya que, aunque le encanta el continente, tampoco desdeña el contenido de cuanto lee. Mas esta mañana le ha dado por tirarme de la lengua con relación a Iker Casillas. Y además ha querido que haga de mago de los pronósticos, como lo hacía aquel célebre Acisclo Karag, periodista deportivo y médico. Y, claro, no me he mojado; es decir, no le dicho lo que él quería oír: que el Madrid, según marcha, terminará dándole una pasada al Barça.

SÁBADO. 7

Tengo motivos suficientes para contar con sumo gusto lo que he visto en la clínica Jáudenes. Y le he reservado este espacio porque hasta ayer no tuve la certeza de contar con la fotografía de la protagonista a quien van dirigidas estas letras. Se llama Encarnación Fayos, y no sé por qué responde al apelativo de Maru. Pues bien, esta señora me causó una gratísima impresión el lunes y martes pasado. Resulta que esos días, en horario de tarde, hube de acudir a la recepción de esa clínica para que me asesoraran bien y con urgencia. Y tuve la suerte de encontrarme con Encarnación Fayos. Una señora dispuesta en todo instante a servir a los demás, y cuando digo a los demás, es a cualquiera que se acerque al mostrador de la sala de estar requiriendo información. Como esta mujer, entregada de lleno a su trabajo, y dando clases de buenos modales y de saber estar, puede que haya muchas. Seguramente las habrá. Pero uno no tiene la suerte de hallarlas todos los días. Por ello, no he dudado lo más mínimo en airearlo a los cuatro vientos.
 

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