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OPINIÓN - SÁBADO, 14 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Anónimo
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Vengo de recoger un montón de cartas de Correos. Casi todas ellas contienen facturas; comunicados de Telefónica en los que predomina el sí pero no; alguna carta perdida de algún familiar más perdido aún, cosa que resulta ser una reliquia de la antigüedad si entendemos cómo está el correo hoy en día: ¡electrizado!; muchos sobres con publicidad que se los regalo a la señorita que me atiende; otros sobres…, bueno no estoy escribiendo mi diario, pero casi.

Escribiremos sobre los anónimos.

He recibido muchos anónimos, demasiados para lo que me merezco, en mis e-mails, correos electrónicos para el que no lo sepa, y en comentarios a mis artículos que publico en tres diarios excepto “El Pueblo de Ceuta” donde han de escribir al director con nombre y apellidos.

Todos, absolutamente todos, coinciden con la suprema interpretación que hace nuestro tan manido Diccionario de la Real Academia, en su cuarta acepción: “Carta o papel sin firma en que, por lo común, se dice algo ofensivo y desagradable,”

Normalmente nunca me ofenden esas cartas y/o comunicados de anónimos porque son eso: nada y nadie. Sin embargo no las dejo de lado, ni mucho menos respondo, porque las utilizo para analizar el pensamiento humano ajeno en determinadas situaciones.

Cabe destacar que por la simple lectura de uno de esos anónimos, frecuentemente publicados en comentarios de blogs, se descubre el que está detrás del mismo; el autor o autora se delata por su escritura, por la forma que tiene de componer las frases y por la forma que quiere hacerla tremendamente ofensiva cuando no resulta más que un compendio de ignorancia.

Algunos de esos anónimos, los menos, suelen incluir la palabra soez en sus comentarios y señalando al autor del artículo al que responde. Esos anónimos, los menos, son simplemente curas que se escandalizan cuando escribo sobre abortos, espermatozoides y pajas. Tres palabras que vienen en nuestro diccionario y que suelen hablarse en la calle… o se tratan de señores cargados de bilis y nostalgias de tiempos remotos y en los que, por suerte no volverán nunca jamás, la hipocresía está presente en cada molécula de su cuerpo. Si, esos que mantenían, ¿mantienen?, queridas con las que se daba el lote mientras ponía cara de ser un señor con la moral muy firme y componer un matrimonio muy sólido, de cara a la galería.

¿A cuántas dejaron embarazadas sin posibilidad de aborto?... vaya Vd. a saber.

Esos cobardes que se esconden tras la palabra anónimo no son otra cosa que simples trolls que solo busca provocar intencionadamente a los autores y a los lectores de los medios de comunicación creando controversias para provocar reacciones previsibles con mensajes groseros, ofensivos o fuera de tema, con provocaciones y mentiras difíciles de detectar y con la intención de hacer confundir y provocar la reacción de los demás. Como deben saberlo, la palabra troll es, en inglés, un tipo de pesca. La idea de morder el anzuelo no me va.

Esa gente, que firma como anónimo, suele tener los ojos vendados ante la cruda realidad y pone el grito en el cielo aupado en su falsa moralidad… cuando a la hora de la verdad sus ojos se van detrás de un trasero o miran de reojo el escote de las niñas.

De otro tipo de anónimo, el gracioso o simplemente gamberrete, no lo trataremos. Ni siquiera se merece que le ponga una línea y pese a ello la he puesto.

La falsificación de la personalidad es un juego del que surge la confusión entre lo físico y lo epistémico. Yo me limito a escribir mi opinión, meramente personal, que puede ser o no controvertida sobre cosas y hechos que los considero de una manera concreta sin atenerme más que a lo que leo, oigo y veo.

Bueno, ya vamos entrando en un nuevo fin de semana y, como todos los sábados, estoy impaciente por estar en la tertulia de la Casa donde Amores y Mateo preparan suculentos desayunos-almuerzos y con los Carmona, Catena, Corral, Lago, Moreno, Vera, etc. charlamos de putillas, maricones y fútbol, para escándalo de los anónimos aunque éstos no se enteran.
 

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