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OPINIÓN - DOMINGO, 15 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Necrologías
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es un hecho evidente que muchas personas que son incapaces de escribir dos o tres párrafos sobre cualquier asunto, cuando muere alguien apreciado, hacen un esfuerzo considerable y redactan con celeridad su nota de homenaje al fallecido y la envían a los medios sin ningún tipo de ínfulas.

Muchas de esas necrologías, semblanzas en honor de alguien fallecido recientemente, por más que aparezcan repletas de expresiones incorrectas, son tan sentidas que merecen el mayor de los respetos. Máxime cuando uno se percata del enorme esfuerzo que debe haber realizado el autor del escrito, por carecer de la costumbre de escribir.

Del adiós a los muertos, o sea, de despedirlos literariamente, hay una joya hecha por quien fuera maestro del periodismo, desde que comenzó a escribir en los años veinte: César González Ruano. Y que está dedicada a su amigo, otro escritor de tronío, Agustín de Foxá. ‘Nacimiento de Agustín de Foxá’ es el título de esa necrología repleta de sentida ironía y regada con lágrimas que al tocar el papel se convierten en vocablos y expresiones que refulgen más que el sol.

No soy yo muy dado a recrearme en la muerte, porque creo que la verdadera libertad es gozar de la vida; pero reconozco que he leído cientos de veces ese canto que hizo de ella, González Ruano, dedicado a Foxá, compañero de tertulias y de correrías noctívagas. Una despedida que éste, de haber podido, habría celebrado llenándose la botarga de wisky.

Por tal motivo, o sea, porque escribir de los muertos me deprime, y porque creo que para hacerlo hay que hacerlo bien; algo imposible para mí, después de lo escrito por el maestro González Ruano, o lo que a la muerte de éste escribió de él Jaime Campmany, suelo yo tocar poco, por no decir casi nada, ese género.

Mas días pasados, cuando me enteré de la muerte de Manolo Berlanga, quien había participado activamente en la política local y fue también destacado sindicalista, estuve tentado de perder mi complejo de letraherido para dedicarle una semblanza sencilla, cálida y sobre todo merecida. Debido a que siempre había mantenido unas relaciones estupendas con él; la cual nos había permitido el poder hablar en corto y por derecho, cada vez que se encartaba.

Pero reconozco que ocurrió algo que me enfrió. Que me hizo desistir de la idea de escribirle. Me explico: hubo alguien que se me adelantó con una nota que más bien parecía la historia de un niño repelente, dándose pote de haber crecido poco más o menos que en un cenáculo frecuentado por escritores, pensadores y políticos de fuste. Y no era eso lo que le tocaba escribir del amigo fallecido.

El niño repelente, que escribe quincenalmente y tratando de denigrar a quienes lo hacen a diario, aprovechó la ocasión para contar su niñez y los argumentos políticos de su progenitor, olvidándose de que en ese momento primaba por encima de todo la figura de MB. El niño repelente, crecidito ya, debería leer más antes de meterse en camisa de once varas. O sea, en hacer necrologías sin ton ni son. De lo contrario, mi apreciado Juan José Coronado tendrá que desistir de designarle persona influyente en Ceuta. Porque como escribe Iván Chaves uno no desea ni su halago impreso ni mucho menos una necrología dedicada. Ojú...
 

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