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OPINIÓN - VIERNES, 20 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Charla en el taxi
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El taxista que me recoge a la altura del Ayuntamiento es muy leído y los medios le publican artículos que suelo yo leer. Y si coincidimos charlamos durante todo el trayecto. En esta ocasión, lo primero que hizo es darme las gracias por la columna que le dediqué a su compañero Abdeselam Ahmed Laarbi, cuando éste se encontraba detenido por error en una cárcel de Marruecos.

Y a mí sólo se me ocurre responderle que, al parecer, el único que no se ha enterado aún de lo que escribí acerca de su detención y, sobre todo, de su forma de ser, es el propio Abdeselam. Quien días antes, debido a que nos conocemos desde hace muchos años, se me había quejado amargamente de que no me hubiera acordado de él en momentos tan difíciles. Sentimiento que me expresó desde el interior de su coche mientras yo cruzaba un paso de cebra.

Y de ese asunto pasamos a hablar del Plan de Empleo. Y el taxista, hombre que se estima lo suficiente como para ser muy crítico y no pararse en barras a la hora de despotricar contra cualquier decisión de las autoridades, me dijo que no entendía por qué el secretario general de Comisiones Obreras había censurado de manera desabrida –el taxista es persona muy cultivada- al Delegado del Gobierno por haberse reunido con todos y cada uno de los 2000 trabajadores del Plan de Empleo.

Y me explicó, así por encima, cómo un cuñado suyo fue atendido por José Fernández Chacón, con sencillez y amabilidad extraordinarias, mientras que firmaba el documento que le acreditaba como trabajador. Y, de paso, los trabajadores recibían en grupos de 20 las explicaciones del Delegado de todo lo correspondiente a sus deberes y derechos. Incluso me aclaró que las colas que se habían formado fueron motivadas porque muchos trabajadores acudieron a la cita antes del horario que les había sido asignado.

Todo ello es tan cierto como que muchos de los componentes del Plan de Empleo jamás antes habían tenido la oportunidad de acceder a la Delegación del Gobierno. Ni se les había reunido con el propósito de que expusieran sus problemas antes de estampar la firma en el contrato. Porque lo acostumbrado, en estos casos, era que el personal acudiera a la Unidad de Promoción y Desarrollo de Ceuta. Y allí todo se hacía con la frialdad que suele caracterizar el cumplimiento del requisito de la firma.

Dado que circulábamos en horario de salidas de colegio y el tráfico era tan denso como lento, todavía tuve tiempo de preguntarle al taxista si había leído lo dicho por el secretario general de Comisiones Obreras al día siguiente de haber acusado a Fernández Chacón de ser ‘Un mercader de la miseria’. Y me dijo que no.

Y, por tanto, no tuve el menor inconveniente en contarle que el tal Aróstegui reconocía que gracias al Delegado del Gobierno era evidente que la selección de los trabajadores del Plan de Empleo se hacía de forma ejemplar.

Y el taxista, con el ceño fruncido y reaccionando con cierto nerviosismo, intervino: ¿Me puede usted decir a qué viene el que ese muchacho, Aróstegui, insista en la contradicción permanente? ¿Qué le pasa? ¿Acaso no duerme bien? En fin, que sindicalistas así, suelen dar tan mal ejemplo que acaban echando por tierra la labor destacada de otros compañeros. ¿O no, De la Torre? Final del trayecto...
 

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