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OPINIÓN - MARTES, 31 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Hacer demagogia
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Fin de semana triste. Fin de semana de duelo. Fin de semana de viajes imprevistos. Falleció Francisco Javier Martínez Caravaca, funcionario del Ministerio de Defensa, de 48 años de edad, e hijo de la socia de la Casa de Ceuta en Barcelona, una de las socias más activas: María Caravaca.

La unidad y solidaridad de todos los ceutíes residentes en Catalunya se mostró, una vez más, sólida con la precipitada organización de un desplazamiento en autocar a Lleida, donde residía el fallecido, para asistir al sepelio. Todo muy emotivo. Por ello me atrevo a darle el pésame y acompañarlas en el sentimiento a la madre y viuda de Francisco Javier en nombre de todos los lectores de “El Pueblo de Ceuta”.

Bueno, entremos de lleno en la cuestión a que hace referencia el encabezamiento de mi artículo de hoy. Hacer demagogia.

Demagogia es una política consistente en apelar a emociones para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y de la propaganda.

Viene esto aquí por cuanto las cientos de cartas y e-mails recibidos en respuesta a mi referencia a los galgos, han sido guiadas únicamente desde una asociación que se autodenomina protectora de animales (menos del hombre) y dirigidas a todas las socias que tienen intereses comunes con dicha entidad. De ahí la sorpresiva coincidencia de tantas reclamaciones, nada más.

Se autodenominan defensoras y protectoras de los animales cuando los convierten en objetos de uso personal y los privan de libertad manteniéndolos encerrados en sus casas y sacándolos atados como vulgares ilotas.

Apelan al respeto hacia ellos, hacia los animales irracionales, pero sin embargo no tiene recato en ir mostrándolos por el mundo como un objeto decorativo, algunas lo maquillan que es un primor, y metiéndolos a la fuerza en concursos de bellezas caninas, puteándolos por lo tanto.

Usan y abusan del insulto, algunos con graves expresiones, ante la impotencia que demuestran con replicar de manera correcta y contundente por lo que la demagogia de las autoras queda tan patente como su propia ignorancia.

Acaban con la pizca de sentimiento hacía los animales irracionales que uno pudiera tener, con sus palabras y supuestos razonamientos, convirtiéndolo en un deseo de mandarlos a todos a cazar liebres y conejos, con redundancia en ésta última palabra.

Proteger a un animal significa dejarlo totalmente libre. Todo lo contrario que hace la protectora.

Tenemos, en nuestro bloque de viviendas, una vecina que tiene un perro labrador con tendencias a tenor operístico. Todos los días y todas las noches no para de ladrar. ¿Voy a protegerlo?

Volviendo a la demagogia, vemos que en nuestro país prima la oclocracia (gobierno de la muchedumbre) en detrimento de la democracia (gobierno del pueblo) con predominio de la utilización intensiva de los medios de comunicación de masas y realizando elecciones de réplicas fuertemente influidas por la demagogia, la falta de educación y la mercadotecnia.

La defensa de un animal irracional no se basa en atacar a quién no esté de acuerdo con alguna o ninguna de las tesis que propone el atacante, en este caso la sociedad protectora, y los intentos de demonización de uno por parte de la demagógica respuesta se basa en una falsa dicotomía e intentos de asociar un grupo de ideas negativas de forma que al final ese grupo de ideas estén claramente marcadas en el autor de lo contrario que postulan los supuestos defensores.

El prejuicio cognitivo mostrado en la redacción de esas cartas recibidas muestra a las claras la distorsión cognitiva que afecta al modo con el que perciben la realidad de los hechos expuestos y ello lleva a que se establezca un “modus operandi” fácilmente desmontable.

La distorsión de la información que se produce en determinados cerebros nos lleva a mirar con pena a esa clase de gente que antepone ciertas medidas a las que en realidad y por lógica deben imperar.

Así y todo… que tengan una feliz existencia al lado de los animalitos que tanto aman pero que no se acerquen a mí, detesto el hedor que exhalan.
 

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